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HistoriaPolíticaBiografía

Andrónico II Paleólogo. Emperador de Bizancio (ca. 1260-1332).

Emperador de Bizancio nacido hacia 1260 y muerto en Constantinopla el 13 de febrero de 1332 . Conocido como el VIejo, su reinado estuvo jalonado de grandes catástrofes y pérdidas definitivas de territorios.

Hijo de Miguel VIII Paleólogo, Andrónico fue asociado al trono paterno por el decreto imperial de 1272, que le autorizaba además a detentar el título de autocrator. Su participación en el gobierno fue alta y a la muerte de Miguel VIII en diciembre de 1282 quedó como emperador único. Heredó un imperio en la bancarrota, amenazado en el occidente por las pretensiones angevinas de la resurrección del Imperio Latino, y en Oriente por el auge de los imperios mongol y turco (véase Imperio Angevino).

Comenzó su reinado resuelto a proclamar de nuevo la independencia de la ortodoxia griega. Miguel VIII había trabajado arduamente en la empresa de la unión de las iglesias griega y latina, pese a lo cual murió en estado de excomunión por el papa. Andrónico II, que como co-emperador se había visto obligado a apoyar las medidas de su padre, tan pronto llegó a Constantinopla se retractó formalmente de sus anteriores juramentos de fidelidad a Roma y desaprobó la Unión de Lyón, ya existente. Depuso al patriarca Juan Beccos, principal defensor de la unidad e hizo restaurar al anciano Juan, que murió poco después. Tras un largo periodo de vacancia, el emperador consiguió asegurar la elección de Atanasio, un antiguo ermitaño del monte Athos, cuya comunidad pasó a depender del patriarca, en vez del emperador. La Iglesia griega vio en esta época como su influencia se extendía y consolidaba en el mundo ortodoxo, reemplazando el prestigio, en lo sucesivo muy comprometido, del Imperio.

En 1294 el emperador, ya viudo (había casado en 1273 con una princesa magiar), casó en segundas nupcias con Yolanda (o Irene) de Montferrato, hija de Guillermo V, de la que recibió como dote el título de rey de Tesalónica. Su llegada a Bizancio trajo una reminiscencia de las instituciones feudales occidentales. Yolanda exigió a su esposo la parcelación del teóricamente unido Imperio para que fuese repartido entre sus hijos. Esto chocó con la concepción romana de indivisibilidad del Estado. Sin embargo, la descentralización era casi necesaria, dada la disminución de los vínculos entre el poder central y las provincias. La parcelación, efectuada en un principio a través de los miembros de la familia real o los parientes próximos del emperador, terminó por beneficiar también a los grandes propietarios latifundistas, que alcanzaron un alto grado de autonomía.

Con respecto a la zona oriental del Imperio, las incursiones mongoles de mediados de siglo habían menguado el poder de los selyúcidas, pero diversas tribus turcas, huyendo de la presión mongol, se había establecido en la frontera del Imperio y desde allí lanzaban incursiones regulares al territorio griego. Entre 1293 y 1295 Andrónico II mostró un gran interés en salvar Asia Menor, con el envío allí del capaz general Alejo Filantropeno. Pero tras unas victorias iniciales contra los turcos, éste se rebeló contra Constantinopla, impulsado por sus soldados y por la población local, cuyo talante antidinástico quedó de manifiesto. A finales del siglo XIII sólo conservaban su importancia las fortalezas bizantinas de Nicomedia, Nicea, Sardis, Brusa, Filadelfia y Magnesia y algunos puertos como Ania y Heraclea, en el Mar Negro. El resto de la Anatolia había sido ocupada por las tribus turcas, constituidas en emiratos, como el de los otomanos en Bitinia. Para luchar contra ellos, Andrónico reclamó la presencia de mercenarios catalanes, lo que, como se verá, causó un efecto contrario al deseado.

Contrasta esta disminución del territorio imperial en Oriente con las medidas militares tomadas por el emperador. Bizancio siempre había recurrido a mercenarios extranjeros, pero Andrónico II redujo su número hasta una cifra crítica, licenciando a los regimientos con experiencia y sustituyéndolos por bandas de merodeadores, cuyo menor precio no compensaba en absoluto las necesidades reales de la defensa ni suponía un ahorro sustancial para el Estado. Por otra parte Andrónico II disolvió la flota, dejando la responsabilidad de la defensa marítima a sus aliados genoveses. Esto duplicó la dependencia económica y militar y dejó a Bizancio totalmente vulnerable frente al poderío de Génova y Venecia e hipotecó la mayor parte de los gastos del Tesoro (incluso después de las reformas fiscales destinadas a aumentar la recaudación) en el pago de los servicios de defensa de las potencias extranjeras. La alianza con Génova también implicó la participación del Imperio en la guerra que en 1294 comenzó entre Venecia y Génova, que se convirtió así en una guerra entre la Serenísima y Bizancio. Al finalizar el conflicto en 1302 el mayor perjudicado fue el Imperio, que pagó un alto precio en vidas humanas y material y tuvo que renovar los tratados con las dos potencias beligerantes: Venecia amplió su dominio sobre el Egeo y Génova reforzó su posición en Constantinopla, levantando incluso una gran muralla alrededor de su colonia de Gálata.

En cuanto a la política europea de Andrónico II, éste hizo más hincapié en el componente balcánico del Imperio antes que en sus relaciones con Occidente. La muerte de Carlos de Anjou en 1285 había librado a Constantinopla de su más formidable enemigo cristiano, si bien sus pretensiones fueron retomadas por su sucesor, Carlos II, que en 1291 se alió con Nicéforo de Epiro resucitando la amenaza angevina. Un año después, el gobernante serbio Esteban Uros II se declaró de parte de los angevinos y firmó una alianza con Epiro, declarando la guerra al Imperio y estableciendo su capital en la estratégica ciudad de Skoplje, llave de Grecia y Tesalónica. Antes que evitar una alianza entre Serbia y Tesalónica, el emperador llevó a cabo una operación diplomática: en 1297 ofreció en matrimonio a su hija Simonis, de cinco años de edad, a Esteban Uros II, de cuarenta. La Pascua de 1299 Andrónico acompañó personalmente a su hija a Tesalónica, donde la esperaba su novio.

En 1302 el hijo del emperador y co-emperador, Miguel IX, fue derrotado por los turcos cerca de Magnesia y apenas logró escapar con vida. El 27 de julio del mismo año un ejército bizantino fue derrotado en las afueras de Nicomedia por una hueste turca, comandada por un emir local llamado Otmán. Aunque la batalla no fue especialmente sangrienta, la reacción de Otmán fue tomar rápidamente el camino del suroeste hasta el Egeo. Era la primera aparición de un hombre que en su poco importante emirato daría lugar a una de las más importantes dinastías turcas: los otomanos. También fue en 1302 que Andrónico Paleólogo recibió la oferta de Roger de Flor, capitán de la compañía catalana que había luchado bajo la bandera de Pedro de Aragón, de combatir contra los turcos durante nueve meses, a cambio de una alta paga y del matrimonio de María, sobrina del emperador, con el capitán. En primavera de 1303 los catalanes habían disipado la amenaza turca con sucesivas victorias sobre otomanos y karamanos. En 1304 Roger de Flor se había convertido en miembro de la familia imperial y anhelaba un reino propio. Se embarcó en una ambiciosa expedición a Oriente, pero cuando estaba sitiando Magnesia recibió la llamada del emperador ante la amenaza de los búlgaros. Roger regresó a toda prisa, pero cuando se encontraba en Gallipolli, Miguel IX le comunicó, sin explicaciones, que la presencia de los catalanes ya no era necesaria. De Flor lo tomó como una afrenta; sólo aceptó continuar como aliado si se le entregaba en feudo toda la Anatolia bizantina. Pero cuando en 1305 fue asesinado mientras se encontraba como huésped de Miguel IX, los catalanes reaccionaron y declararon la Península de Gallipolli territorio español. Después marcharon hacia el oeste, devastando Tesalónica (1308) y estableciendo después un ducado catalán en Atenas (1311). La presencia de los catalanes había supuesto un golpe paralizador para el imperio que habían acudido a salvar; si algún beneficio obtuvo Bizancio de sus "aliados" fue el abandono de los planes de conquista de Constantinopla por parte de Carlos de Valois y Felipe de Tarento.

En febrero de 1316 Miguel IX nombró co-emperador a su hijo Andrónico III, de diecinueve años. Con esto se llegó a la situación de que había tres emperadores y la sucesión quedaba asegurada al menos durante dos generaciones. Pero Andrónico III pronto se mostró como un hombre ambicioso y en 1320, no se sabe si intencionadamente, mató a su hermano Manuel. Miguel IX no pudo soportarlo y murió el 12 de octubre en Tesalónica. Furioso, Andrónico renegó de su nieto y nombró heredero a su hijo menor, Constantino, dando como resultado el estallido de la guerra civil. Andrónico III levantó la bandera de la rebelión desde Adrianópolis y en julio de 1322 su abuelo, amenazada la capital por las tropas del general Syrgianes Paleólogo, aceptó gobernar conjuntamente con su nieto, al que volvió a nombrar heredero único. La paz duró cinco años, en el transcurso de los cuales los otomanos se apoderaron de Brusa, que hicieron su capital. Pero en 1327 volvieron a estallar las hostilidades. La guerra se desarrolló fundamentalmente en Macedonia, y en este periodo se amplió con la participación de los países balcánicos, cuyas rivalidades dieron lugar a alianzas opuestas: Esteban Decanski de Serbia se alió con Andrónico el Viejo, mientras que su nieto ganó la alianza del zar búlgaro, Miguel Sisman. La guerra terminó con la entrada del joven emperador en Constantinopla (23 de marzo de 1328). Una vez que el anciano Andrónico firmó el decreto de abdicación, se le permitió conservar el título imperial y su palacio de Blaquernas. Residió dos años en Constantinopla y después ingresó en un monasterio, donde permaneció dos años más, hasta su muerte.

La Guerra de los Dos Andrónicos, como fue llamada, y que se extendió con interrupciones entre 1321 y 1328, no fue especialmente sangrienta. Sin embargo, la permanente agitación y los desplazamientos de tropas obstaculizaron el comercio y desorganizaron la agricultura, sobre todo en Tracia. En ella Andrónico III había tendido a ganar la adhesión de las capas superiores de la sociedad mediante la distribución de privilegios y tierras en pronoia, pero también trató de asegurarse el apoyo de las clases inferiores explotando el descontento contra la política fiscal impuesta por Andrónico II.

Bibliografía

  • CABRERA, E. Historia de Bizancio. Barcelona, 1998.

  • LEMERLE, P. Historia de Bizancio. Barcelona, 1956.

  • LILIE, R.J. Bizancio: Historia del Imperio Romano de Oriente, 327-1453. Madrid, 2001.

Autor

  • Juan Miguel Moraleda Tejero