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HistoriaBiografía

Amiano Marcelino (ca. 325-ca. 400).

Historiador latino de origen griego nacido en Antioquía (en la provincia de Siria, actual Antakya, Turquía) hacia el año 325 y muerto en Roma hacia el 400. Se crió en el seno de una familia acomodada. Durante la mayor parte de su vida adulta sirvió como oficial del ejército romano, bajo distintos emperadores romanos. Durante el reinado de Constancio II (337-361) se integró en el regimiento que le servía de guardia real (protectores domestici); desde el 353 fue ayudante de Ursicino, el comandante de caballería en Oriente, con sede en la fortaleza de Nisibis (Mesopotamia). Con Ursicino se trasladó a Galia, para cumplir el encargo de Constancio II de reprimir la sublevación de Silvano (en Galia conocería al césar Juliano, futuro emperador y héroe de su historia). De vuelta a Oriente con Ursicino, formó parte del ejército romano asediado por los persas en Amida (359), siendo de los pocos romanos que se salvó. Luego participó en la campaña contra los persas del nuevo emperador Juliano, que fue fatalmente herido en Mesopotamia. Continuó al servicio de Joviano, sucesor de Juliano, a quien acompañó en su retirada hasta Antioquía. Allí residió Amiano entre el 363 y el 380, intercalando viajes a Egipto, Grecia y Tracia. Finalmente se estableció en Roma, donde perfeccionó su latín y escribió su obra historiográfica, ofreciendo lecturas públicas de la misma con un gran éxito popular (según testimonia Libanio, en una carta dirigida a Amiano: epist. 983). En Roma se relacionó con los círculos aristocráticos paganos, sin que, no obstante, lograra integrarse plenamente en ellos. Debió de publicar una primera parte de su obra hacia el año 391, y el resto entre el 395 y el 400.

Obra historiográfica

Amiano escribió una obra historiográfica en 31 libros, con el título de Res gestæ. El conjunto abarcaba la historia de Roma imperial, desde el ascenso de Nerva (96) hasta la muerte de Valente en la batalla de Adrianópolis contra los godos (378). Se han perdido los trece primeros libros, relativos al período comprendido entre el 96 y el 352. Los libros conservados (14-31) tratan, pues, solamente de un corto espacio de tiempo (del 353 a 378), y consiguientemente de manera muy detallada: desde la última parte del reino de Constancio II hasta la época contemporánea del autor. Parece que Amiano estructuró su obra en tres partes:

1ª) Libros 1-14 (años 96-354);
2ª) Libros 15-25 (del 354 al 364);
3ª) Libros 26-31 (del 364 al 378).

Que esto es así se infiere del hecho de que los libros 15 y 26 contienen proemios propios. La historia del reinado del emperador Juliano, llamado el Apóstata (355-363), constituye la sección central, y más importante, del conjunto, y ocupa los libros 15-25. La exposición de los acontecimientos conjuga sincréticamente un doble método: cronológico (según el método de los Anales de Tácito) y geográfico (por escenarios históricos). La obra de Amiano contiene además numerosas digresiones de carácter geográfico, etnográfico y de historia natural. Tomando en conjunto todos esos datos, la obra de Amiano participa de varios géneros: la monografía histórica, la analística, la biografía, la memoralística y la enciclopedia.

Rasgos literarios e historiográficos

El principal mérito historiográfico de Amiano es que se propone como programa escribir historiografía seria, analítica y con una cierta extensión, en la estela de Tácito, después de que durante los tres últimos siglos sólo se hubiera escrito biografía (Suetonio) o epítomes (resúmenes) historiográficos (Floro, Eutropio, Justino). El intento de emular a Tácito explica por qué la historia de Amiano arranca en el año 96, precisamente cuando terminan las Historiæ de Tácito. Como Tácito, Amiano aspira a una historiografía objetiva e imparcial, desapasionada, cuyo valor primordial sea la verdad (veritas: cf. XXI 16, 9). El modelo historiográfico que sigue Amiano implica el rechazo de un enfoque excesivamente biografista, a la manera de un Suetonio, para poner el énfasis en los acontecimientos más que en sus protagonistas. Es también un objetivo programático contar lo relevante y esencial de los acontecimientos (discurrere per negotiorum celsitudines 'tratar los puntos cimeros de los acontecimientos', XXVI 1, 1), sin perderse en minucias anecdóticas, irrelevantes. En general, el autor se documenta bien: maneja, por ejemplo, cartas y memoriales de emperadores, y, además, hay que recordar que él personalmente, como oficial del ejército, participó en muchos de los hechos narrados. También usó fuentes literarias, como los panegiristas (mencionados expresamente en XXXI 10, 15), Tito Livio, Salustio y, por supuesto, Tácito. En detalles puntuales, Amiano es deudor de Cicerón (citado treinta y cuatro veces), Aulo Gelio, Valerio Máximo, Floro y Salustio. Para la geografía debió de basarse en elencos oficiales usados por el ejército romano. En el recurso frecuente a excursos geográficos nos recuerda las Historiæ de Salustio.

El autor está especialmente bien dotado para los retratos psicológicos de los personajes. Aunque, como se ha apuntado, no caiga en el tratamiento exclusivamente biográfico, considera que es imposible tratar la historia del Imperio sin detenerse en la caracterización de sus regentes, los emperadores. Para dicha caracterización usa una curiosa técnica de epílogos, consistente en presentar, tras la muerte de cada emperador, una especie de balance sintético, tocando los apartados de genus (“linaje y origen”), forma (“físico”) y mores (“carácter y costumbres”) de cada protagonista. El epílogo de Juliano (XXV 4, 16) se estructura en virtutes (“virtudes”), vitia (“defectos”) y aspecto exterior.

Amiano, siguiendo la tradición historiográfica, introduce numerosos discursos y cartas ficticias en su obra, pero, para salvaguardar su posición de veracidad, advierte al lector de que se trata de reconstrucciones de su imaginación.

Ideología

Desde un punto de vista ideológico, Amiano se alinea con la aristocracia pagana, aunque con una posición crítica e independiente (téngase en cuenta que él no es un senador romano, sino un militar griego que examina el sistema desde fuera: se define a sí mismo como miles quondam et Graecus 'antiguo soldado griego'). Amiano admira el pasado glorioso de Roma, como se manifiesta en sus dos digresiones sobre la ciudad (XV 6, XXVIII 4), y atribuye su decadencia al comportamiento inmoral de individuos particulares. Frente a tal decadencia, aboga por un sistema de garantías jurídicas que permita la convivencia y tolerancia entre paganos y cristianos, sin persecuciones por ninguna parte. El poder debe repartirse equilibradamente entre el emperador y la clase senatorial (pues un excesivo poder en el emperador puede permitirle decantarse por la opción cristiana, como ha ocurrido últimamente). Amiano, por otro lado, es crítico con la aristocracia pagana, cuya corrupción moral y exclusivismo (que él mismo debió de sufrir en propias carnes) denuncia. También critica la clase de los abogados, que constituye la burocracia del Imperio. Desde su altura intelectual no comprende a la plebe urbana de Roma, y manifiesta poca simpatía por ella. En conclusión, ideológicamente los tres rasgos esenciales de la posición de Amiano serían su pesimismo, su ideología pagana y su espíritu crítico e independiente. Desde este punto de vista se comprende el tratamiento extenso y francamente positivo que presenta del emperador Juliano el Apóstata, auténtico héroe de la historia, cuyo breve reinado marcó un resurgimiento temporal del paganismo y una interrupción momentánea en el desarrollo triunfante del cristianismo. Ello no impide, con todo, que Amiano presente objetivamente algunos defectos de Juliano, como su actitud intolerante y excesivamente dura con los cristianos. Así, al final emerge un juicio bastante equilibrado del emperador.

En materia de religión, Amiano es un pagano moderado y tolerante. Cree en un monoteísmo abstracto, lo que supone una reinterpretación racionalista de la divinidad antigua (con conexiones con el neo-platonismo). Respeta la teología oficial pagana: la fidelidad a Roma y al emperador son para él exigencias innegociables. Cree en presagios y en prodigios, a los que dedica bastante atención en su obra.

Lengua y estilo

El estilo de Amiano es barroco, rico y difícil. Se ha explicado este carácter por la influencia del griego, ya que, para Amiano, ésta es su lengua materna, mientras que el latín es una lengua aprendida. Así se explican los numerosos grecismos sintácticos y léxicos presentes en la lengua del historiador. El estilo está influido por los clásicos latinos (especialmente Cicerón) y se combina con registros propios de la lengua militar y administrativa. En general, tiende a ser ampuloso y retórico, lo que proporciona ocasionalmente brillantez, aunque, en última instancia, puede resultar tedioso y engolado.

Pervivencia

La obra de Amiano ha conocido una fortuna literaria importante. Posiblemente influyó ya en el autor de la Historia Augusta (si bien algunos críticos postulan un sentido de influencia contrario). En la Galia, la aristocracia pagana apreció en Amiano la visión favorable que daba del emperador Juliano: allí se conservó una copia manuscrita de la obra de Amiano.

La edición príncipe es de Gelenio (Basilea, 1533). Desde entonces, Amiano ha contribuido sustancialmente a la imagen positiva sobre Juliano, imagen que ha impregnado numerosas obras de ficción. Así, el jesuita J. Drexel compuso en 1608 un drama sobre el emperador. El historiador Gottfried Arnold y el filósofo Voltaire escribieron sobre Juliano basándose en el retrato proporcionado por Amiano. Ya en el siglo XIX, el movimiento romántico se sintió atraído por la figura del emperador apóstata. Fouqué le dedica un poemario (1816) y una novela (1818); Eichendorff escribe una epopeya (1853); y Felix Dahn, una novela (1893). Henrik Ibsen (1828-1906) escribió un importante drama, Emperador y Galileo, de 1873, en el que postulaba que Juliano representaba la síntesis entre cristianismo y paganismo. De esta concepción es deudor también Merezkovkij (1865-1941), autor de la famosa novela Juliano el Apóstata (1895), perteneciente a su trilogía Cristo y Anticristo. Ya en el presente siglo, como nueva muestra del interés que suscita el emperador apóstata, el escritor americano Gore Vidal (1925-) escribió otra novela histórica sobre Juliano (1962-64).

Por último, Amiano ha sido objeto de numerosos estudios filológicos por parte de especialistas, quizá porque se ve en él el último gran prosista de la literatura latina pagana y, por tanto, el canto del cisne del Imperio Romano, después de más de mil años de vida.

Bibliografía

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G. Laguna Mariscal

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