Amadeo I de Saboya (1845–1890): Un Rey Constitucional en Tiempos de Inestabilidad Española
Orígenes y formación del príncipe Amadeo
Un linaje real europeo
Amadeo de Saboya nació en Turín el 30 de mayo de 1845, en el seno de una de las casas reales más influyentes de Europa. Era el segundo hijo de Víctor Manuel II, quien se convertiría en el primer rey de una Italia unificada, y de María Adelaida de Austria, perteneciente a la casa de los Habsburgo. Este origen le situaba desde el nacimiento en el epicentro de las relaciones dinásticas del continente, representando una fusión simbólica entre el mundo italiano y el austríaco, dos bloques tradicionalmente enfrentados pero unidos en su linaje.
Bajo el título de duque de Aosta, el joven Amadeo fue criado con una estricta educación que respondía tanto a las exigencias de su rango como a las necesidades políticas de una Italia que se encontraba en pleno proceso de unificación. Su educación inicial fue confiada a figuras militares de renombre como los coroneles Giovanetti y Ricci, así como al general Rossi, quienes inculcaron en él una profunda disciplina y sentido del deber.
Educación militar y viajes formativos
Amadeo recibió una educación eminentemente militar, típica de los príncipes de casas reinantes del siglo XIX. Esta formación no solo estaba dirigida a prepararlo como oficial del ejército, sino también a inculcarle el carácter y la entereza necesarios para afrontar responsabilidades de gobierno. Durante su juventud, completó su formación mediante viajes por distintos países europeos como Francia, Inglaterra, Turquía, España, Dinamarca y Suecia, con el objetivo de conocer otros modelos políticos, militares y culturales.
Estos viajes le proporcionaron una visión cosmopolita del mundo, enriqueciendo su perspectiva política y preparándolo para un destino que en aquel entonces aún era incierto. Las experiencias acumuladas en estos periplos fortalecieron su personalidad y lo posicionaron como una figura potencialmente capaz de asumir un rol mayor en la política europea.
Ascenso militar y vida familiar
Participación en campañas italianas
El joven príncipe no tardó en demostrar su valor en el campo de batalla. Participó activamente en la guerra contra Austria, uno de los conflictos fundamentales en el proceso de unificación italiana. En 1866, durante la batalla de Custozza, se ganó una sólida reputación por su valentía y liderazgo. Posteriormente, fue herido en la batalla de Cavelchina, lo que reforzó su imagen como un príncipe comprometido con la causa nacional y dispuesto a arriesgar su vida en combate.
Gracias a estos méritos militares, fue ascendido a brigadier de caballería en 1867 y posteriormente nombrado vicealmirante de la Armada, lo cual denota no solo su habilidad en tierra, sino también su polivalencia como líder militar. Esta carrera ascendente consolidó su prestigio dentro de la casa de Saboya y en los círculos políticos italianos.
Matrimonio con María Victoria dal Pozzo y descendencia
Ese mismo año, Amadeo contrajo matrimonio con María Victoria dal Pozzo della Cisterna, una noble de elevada posición y gran fortuna, que también poseía el título de princesa por derecho propio. El matrimonio fue visto como una alianza estratégica que fortalecía la posición del joven príncipe dentro del complejo entramado nobiliario italiano.
De esta unión nacieron tres hijos: Manuel Filiberto, que heredó el título de duque de Aosta; Víctor Manuel, conde de Turín; y Luis Amadeo, quien sería conocido posteriormente como duque de los Abruzzos, y tendría una destacada carrera naval. Esta descendencia aseguraba la continuidad de la rama Aosta de la Casa de Saboya.
La Revolución de 1868 y la búsqueda de un nuevo monarca
La caída de Isabel II y la apertura política
En España, el escenario político vivía uno de sus momentos más convulsos. La Revolución de Septiembre de 1868 había derrocado a la reina Isabel II, iniciando un periodo de incertidumbre institucional. Las Cortes Constituyentes elaboraron una nueva Constitución (promulgada en 1869) que establecía una monarquía constitucional hereditaria, pero dejaba vacante el trono. Era necesario encontrar un rey que encarnara los principios del nuevo régimen: neutral, liberal, moderno y aceptado por la mayoría de las fuerzas políticas.
Se abrió entonces una intensa búsqueda de candidatos entre las casas reales europeas. La tarea no era sencilla: debía tratarse de alguien dispuesto a aceptar un papel constitucional limitado, sin reclamar derechos dinásticos anteriores y con escasa o nula vinculación con las potencias extranjeras que pudieran comprometer la soberanía nacional.
Candidaturas al trono y apoyo de Prim
La terna de candidatos que manejaba la Coalición de Septiembre incluía al duque de la Victoria (Espartero), al príncipe Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, al duque de Montpensier, a Fernando de Portugal, a Alfonso de Borbón y al propio Amadeo de Saboya. Este último contaba con el firme respaldo del general Juan Prim, artífice principal de la Revolución y figura dominante del gobierno provisional.
El nombre de Amadeo fue ganando peso entre los sectores progresistas y demócratas, quienes lo veían como una figura moderna, alejada del absolutismo borbónico y comprometida con las ideas constitucionales. Su pertenencia a la Casa de Saboya, entonces en pleno proceso de consolidación de la Italia unificada, le confería una legitimidad moderna, sin los lastres del pasado.
Proclamación de Amadeo I como Rey de España
Votación en las Cortes y proclamación oficial
El 16 de noviembre de 1870, las Cortes realizaron la votación para elegir al nuevo monarca. Amadeo de Saboya fue proclamado Rey de España con una mayoría clara: 191 votos a favor, frente a 64 por la opción republicana, 22 para el duque de Montpensier, y cifras menores para otros candidatos. La aceptación formal del trono por parte de Amadeo se produjo el 4 de diciembre de ese mismo año.
Pese al respaldo parlamentario, el nuevo monarca no contaba con un consenso social ni político amplio. Los republicanos, los carlistas, parte de los unionistas liberales, la aristocracia tradicionalista y la Iglesia desconfiaban de su figura. Incluso en el ámbito popular, sobre todo entre los estudiantes universitarios, hubo manifestaciones en contra de su proclamación. Sin embargo, su compromiso con el nuevo orden constitucional era firme, lo que le valió el respeto de ciertos sectores políticos.
Un monarca con enemigos desde el inicio
A bordo de la fragata Numancia, Amadeo llegó al puerto de Cartagena el 30 de diciembre de 1870. Al poner pie en tierra española, fue informado de una tragedia que marcaría su reinado: el asesinato del general Prim en Madrid. La pérdida de su principal valedor dejó al nuevo rey aislado desde el primer momento, sin un apoyo sólido que le guiara en el complejo panorama político español.
El 2 de enero de 1871, Amadeo llegó a Madrid, y como primer acto oficial acudió a la iglesia de Atocha, donde se velaba el cuerpo de Prim. Este gesto simbólico fue percibido como un acto de lealtad y respeto, aunque no bastó para fortalecer su debilitada posición. En su discurso de apertura de las Cortes de ese mismo año, reiteró su compromiso con la Constitución y la voluntad de las mayorías parlamentarias, subrayando su intención de actuar dentro del marco legal y democrático.
Inicio del reinado: obstáculos y tragedias
Llegada a España y asesinato del general Prim
La llegada de Amadeo I al trono de España coincidió con uno de los momentos más trágicos de la política nacional: el asesinato del general Prim, su principal valedor, ocurrido el 27 de diciembre de 1870. El crimen fue un golpe devastador tanto en lo personal como en lo político. Aislado, sin un guía ni una red de apoyo sólida, Amadeo tuvo que enfrentar desde el inicio un escenario adverso, con un país dividido y en crisis constante.
El acto de visitar la iglesia de Atocha para rendir homenaje al difunto general tuvo gran carga simbólica, pero no logró revertir la creciente desconfianza hacia su figura. La falta de una estructura política cohesionada y el enfrentamiento entre distintas facciones pronto evidenciarían la fragilidad del nuevo régimen monárquico.
Primeros pasos y juramento constitucional
El nuevo rey juró la Constitución de 1869, reafirmando su respeto al marco legal español. Nombró al general Serrano, duque de la Torre, como presidente del gobierno, en un intento por mantener la estabilidad. En su primer discurso en la apertura de las Cortes de 1871, destacó la necesidad de unidad y defendió los valores del parlamentarismo. Sin embargo, las tensiones ideológicas entre progresistas, moderados, republicanos y carlistas continuaron aumentando, debilitando la autoridad de la monarquía.
La voluntad de Amadeo de actuar como rey constitucional fue percibida con escepticismo tanto por los sectores conservadores, que esperaban un papel más activo y tradicional, como por los progresistas más radicales, que lo consideraban un obstáculo a sus aspiraciones reformistas.
Inestabilidad política y desafíos internos
Cambios de gobierno y luchas entre facciones
Durante su breve reinado de poco más de dos años, Amadeo I se vio obligado a cambiar de gobierno en múltiples ocasiones, lo que refleja el caos político crónico que afectaba a la España del momento. La ambición de figuras como Sagasta, Martos, Ruiz Zorrilla o Ulloa, junto con las luchas internas dentro del progresismo, hacían inviable la formación de un gobierno duradero y coherente.
En julio de 1871, el rey relevó a Serrano y designó a Ruiz Zorrilla como jefe de gabinete. Este ministerio apenas duró hasta octubre. Posteriormente, se ofreció el poder a Sagasta y Espartero, pero ambos lo rechazaron. En noviembre, Malcampo asumió la presidencia del gobierno, aunque bajo la tutela política de Sagasta. Un voto de censura lo destituyó, y Sagasta tomó el poder en diciembre de 1871. Los cambios eran tan frecuentes que el poder ejecutivo se volvía inoperante, generando una creciente desconfianza en las instituciones.
Revueltas carlistas, atentados e insurrecciones republicanas
La inestabilidad no solo era política, sino también militar y social. En 1872 estallaron revueltas de carácter carlista en Gerona, Guipúzcoa, Vizcaya y Navarra. El pretendiente Carlos VII, aspirante al trono, intentó avanzar por el norte de España, pero fue derrotado en Oroquieta por el general Moriones, debiendo regresar a su exilio francés. La lucha entre carlistas y liberales encendía regiones enteras del país, creando un ambiente de guerra civil soterrada.
Además, Amadeo sufrió un intento de atentado en la calle del Arenal de Madrid, lo que reflejaba la creciente violencia política. Los republicanos federales aprovecharon la coyuntura para intentar levantamientos en El Ferrol, mientras que en Cuba, las ideas independentistas cobraban fuerza. La tensión entre el gobierno central y los territorios de ultramar se volvía insostenible.
El problema colonial y la oposición ultramarina
Tensiones con Cuba y oposición a las reformas
Uno de los desafíos más complejos que enfrentó Amadeo I fue el de las colonias de ultramar, especialmente Cuba, donde la lucha por la independencia se intensificaba. En un intento de modernizar y pacificar la situación, el gobierno promovió una serie de reformas administrativas y económicas. Sin embargo, estas medidas no fueron bien recibidas por las élites coloniales.
El 10 de enero de 1873, el Centro Hispano-Ultramarino emitió un manifiesto de rechazo total a las reformas propuestas. La respuesta fue la creación de una Liga Nacional que agrupaba a sectores conservadores, militares y representantes coloniales, con el objetivo común de detener cualquier cambio que pudiera afectar sus intereses.
La Liga Nacional y la nostalgia borbónica
La oposición creció con rapidez y firmeza. La Liga Nacional logró reunir a 230 personalidades que firmaron un documento público solicitando el regreso de Alfonso de Borbón (futuro Alfonso XII) al trono de España. Esta presión evidenció la nostalgia borbónica latente entre muchos sectores de la aristocracia, el ejército y el clero. Para ellos, Amadeo representaba una figura extranjera, impuesta, sin arraigo ni legitimidad en la tradición española.
A medida que se debilitaba el gobierno, los borbónicos intensificaron su campaña, percibiendo la crisis como una oportunidad para restaurar la dinastía.
Crisis final y abdicación de Amadeo I
Sublevación del cuerpo de artillería y decisión de abdicar
La situación alcanzó su punto crítico cuando el Arma de Artillería del ejército español se sublevó en protesta por el nombramiento del general Hidalgo como capitán general de Cataluña, a quien los oficiales consideraban indigno por su participación en el levantamiento de San Gil de 1866. Las Cortes votaron a favor de disolver el cuerpo de Artillería, una medida sin precedentes que el propio Amadeo ratificó, provocando una fractura definitiva con el ejército.
Ante este escenario insostenible, el rey expresó su deseo de abdicar del trono, decisión que en principio era inconstitucional según el artículo 74 de la Constitución de 1869, que requería una ley especial para formalizar la renuncia. No obstante, el 11 de febrero de 1873, Amadeo anunció oficialmente su abdicación ante las Cortes, acto que fue inmediatamente seguido por la proclamación de la Primera República Española, con Estanislao Figueras como presidente.
Últimos años y legado histórico
Regreso a Italia y nueva vida familiar
Después de su abdicación, Amadeo abandonó España con su familia. Se embarcó en Lisboa y regresó a Génova, instalándose finalmente en Turín, su ciudad natal. El 8 de noviembre de 1876, falleció su esposa María Victoria dal Pozzo, tras años de salud frágil.
Tiempo después, el 11 de septiembre de 1888, Amadeo contrajo segundas nupcias con Leticia Bonaparte, hija de Jerónimo Napoleón y sobrina del propio Amadeo. De esta unión nació su cuarto hijo, Humberto, conde de Salemi.
Lejos de la política activa, Amadeo vivió el resto de sus días dedicado a su familia y a actividades sociales. Falleció el 18 de enero de 1890 en Turín, a los 44 años.
Evaluación de su breve reinado
El paso de Amadeo I por el trono español, aunque breve, dejó una huella particular en la historia del país. Fue un rey constitucional auténtico, comprometido con los principios parlamentarios y ajeno a las intrigas de poder que dominaban la política española de la época. Su reinado fue un intento honesto de modernizar y estabilizar el sistema monárquico, en un contexto de divisiones, guerras y rencillas internas.
La historia ha valorado su figura con mayor benevolencia con el paso del tiempo. Su fracaso no fue tanto el de un individuo incapaz, sino el de un sistema que no supo acoger una monarquía moderna. Fue un rey sin partido, sin base social y sin aliados fuertes, víctima de un país que aún no estaba preparado para un cambio tan radical en su forma de gobierno.
Su legado permanece como un testimonio de los límites del idealismo político en medio del caos, y como un ejemplo de dignidad y respeto institucional frente a la adversidad.
MCN Biografías, 2025. "Amadeo I de Saboya (1845–1890): Un Rey Constitucional en Tiempos de Inestabilidad Española". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/amadeo-i-de-saboya-rey-de-espanna [consulta: 2 de octubre de 2025].