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PeriodismoLiteraturaBiografía

Álvarez, José Sixto o "Fray Mocho" (1858-1903).

Narrador y periodista argentino, nacido Gualeguaychú (en la provincia de Entre Ríos) en 1858, y fallecido en Buenos Aires en 1953. Aunque utilizó diferentes pseudónimos para firmar sus escritos, fue conocido en su tiempo y es recordado actualmente por su sobrenombre humorístico de Fray Mocho, con el que popularizó gran parte de sus relatos. En su breve existencia -murió a los cuarenta y cinco años de edad-, desplegó una intensa y fecunda labor literaria y periodística que, centrada fundamentalmente en el reflejo costumbrista del habla y las formas de vida de sus compatriotas, le convirtió en uno de los principales animadores del panorama cultural argentino de finales del siglo XX, así como en el primer escritor profesional de las Letras australes.

Su infancia transcurrió en el ámbito rural donde había venido al mundo, hasta que, en 1872, se instaló en la ciudad de Concepción del Uruguay (al nordeste de su provincia natal de Entre Ríos), donde dio inicio a unos estudios secundarios que, posteriormente, continuó en la Escuela Normal de Paraná. No llegó, empero, a concluir satisfactoriamente esta formación académica, y al cumplir los veintiún años de edad (1879) se trasladó a Buenos Aires con la intención de dedicarse plenamente a esa vocación literaria que se había manifestado en él desde su temprana infancia. Merced a la soltura y facilidad de su pluma, pronto encontró un empleo estable en la plantilla del rotativo El Nacional, donde emprendió una brillante trayectoria periodística que habría de permitirle vivir, hasta el final de sus días, del cultivo de la escritura.

Esta fecunda carrera periodística, desarrollada en los principales medios de comunicación argentinos del último cuarto del siglo XX, le condujo luego a la redacción de La Pampa, donde se hizo cargo de las crónicas de sucesos merced a la experiencia adquirida en su cargo público de comisario de pesquisas de la policía federal; y, tras un paso relativamente breve por las páginas de La República, difundió sus colaboraciones a través del rotativo Sudamérica, donde empezó a destacar como escritor costumbrista tras el pseudónimo de Nemesio Machuca. Posteriormente, brilló a gran altura como cronista parlamentario en las páginas del cotidiano La Nación, hasta que, a instancias del escritor gauchesco Eduardo Gutiérrez (1853-1900), que dirigía La Patria Argentina, se incorporó a la plantilla de esta publicación e hizo célebre desde sus páginas una sección propia titulada "Notas risueñas", suscrita ahora bajo el pseudónimo de Benigno Pichuleta. Cuando habían transcurrido más de tres lustros desde su muerte, una selección de los escritos aparecidos en esta sección vio la luz bajo el título de Salero criollo (1920).

La irrupción de José Sixto Álvarez en el mercado editorial argentino tuvo lugar a comienzos de los años ochenta, cuando dio a la imprenta una colección de narraciones breves que, agrupadas bajo el título de Esmeraldas. Cuentos mundanos (1882), pusieron de manifiesto una vertiente temática y genérica hasta entonces desconocida en los escritos periodísticos del autor de Gualeguaychú: el tratamiento de asuntos eróticos desde unos planteamientos estéticos claramente deudores de la narrativa francesa contemporánea. Sin embargo, esta línea de trabajo puede tildarse de anecdótica en el conjunto de la producción literaria de Fray Mocho, ya que éste pronto abandonó dicha tendencia para centrarse en ese reflejo de la sociedad argentina contemporánea que, a la postre, habría de convertirse en la principal seña de identidad de su obra. Así, en efecto, al cabo de cinco años volvió a los anaqueles de las librerías con un volumen inspirado en sus labores periodísticas como cronista policial, libro que, bajo el elocuente epígrafe de Vida de los ladrones célebres de Buenos Aires y sus maneras de robar (1887), le permitió empezar a esbozar -auxiliado también por su experiencia como comisario de pesquisas- algunos de sus característicos retratos de los personajes típicos de la emergente sociedad urbana argentina.

A partir de la publicación de este libro y durante una decena de años, fue su alter ego Nemesio Machuca quien tomó las riendas de su trayectoria literaria para ganar un merecido reconocimiento merced a unos espléndidos relatos costumbristas que, publicados primero en diferentes rotativos de Buenos Aires y La Plata, no habrían de quedar recopilados en forma de libro hasta la edición póstuma de Cuentos de Fray Mocho (Buenos Aires: Biblioteca de Caras y Caretas, 1906), obra cimera de la narrativa breve hispanoamericana. En estos cuadros de costumbres -así como en las posteriores "Notas risueñas" que habrían de dar lugar a la ya mencionada recopilación, también póstuma, de Salero criollo (1920)-, el narrador se presenta a veces como un mero espectador de las costumbres, los comportamientos y el habla popular de sus convecinos, pero también asume en ocasiones el papel de conversador y analista del ámbito que le rodea, lo que le permite teorizar -e, incluso, filosofar con un rigor no exento de gracia y frescura- acerca de las clases sociales, los estratos ideológicos o profesionales de comunidad urbana, y, sobre todo, las relaciones entre el lenguaje coloquial y el lenguaje literario, aspecto que convierte a Fray Mocho en el primer escritor que elevó a categoría artística los diferentes registros del habla porteña (desde el lunfardo hasta el lenguaje cotidiano de las capas medias bonaerenses). Entre los rasgos estilísticos más notables señalados por la crítica en estas narraciones costumbristas del autor argentino, destacan esa intencionada recurrencia al empleo del lenguaje popular, la contemplación de los diferentes estratos sociales a través de un prisma humorístico que acentúa sus rasgos más risibles, y la adopción consciente de un enfoque documental tendente a enfatizar el rigor y la verosimilitud de las anotaciones realistas convertidas por Fray Mocho en material narrativo.

Tras este decenio consagrado al humorismo ameno y costumbrista de Nemesio Machuca, José Sixto Álvarez eligió un nuevo pseudónimo (Pablo Carrizo) para ahondar en la problemática social de su tiempo a través de una nueva recopilación de relatos titulada Memorias de un vigilante (1897), obra en la que queda bien patente la derivación del costumbrismo nativo del escritor de Gualeguaychú hacia un criollismo que, en su pluma, cobra mayores vuelos estéticos y menores tintes retardatarios que los exhibidos por otros grandes cultivadores de esta corriente, como Martiniano P. Leguizamón y Joaquín Víctor González (1863-1923). En efecto, en un momento en que una parte de las Letras argentinas reacciona contra los efectos sociales de la inmigración y contra la convulsión estética provocada por la introducción en el país del cosmopolitismo modernista -alarmándose ante la progresiva "extranjerización" de las costumbres locales y apelando a un inmovilismo ético y estético que pretende presentar lo autóctono como garantía de los valores inmutables de la sociedad criolla-, Fray Mocho huye de los clichés estilísticos y temáticos establecidos por estos criollistas reaccionarios (como la exaltación del estatismo social, moral y costumbrista, o la exploración de patéticos conflictos sentimentales derivados del apego al terruño) para indagar por su cuenta en otras inquietudes sociales que, aunque directamente relacionadas con la experiencia del nativo criollo, alcanzan en sus relatos una mayor proyección universal.

Esta amplitud de horizontes formales y temáticos estaba directamente relacionada con las misiones políticas que había comenzado a desempeñar José Sixto Álvarez desde su nuevo cargo de oficial mayor del Ministerio de Marina, misiones que le obligaron a recorrer gran parte del territorio argentino y le inspiraron -tras una fértil visita al Delta de Paraná- una nueva serie de relatos publicados en un principio bajo el título de Tierra de matreros, y recogidos finalmente en el volumen Un viaje al país de los matreros (1897). Este libro, que supuso la definitiva consagración del autor de Gualeguaychú como uno de los grandes escritores de su tiempo, está ambientado en los territorios herbáceos y anegados (pajonales) que deja a su paso el río Paraná en las provincias de Santa Fe y Entre Ríos, y muestra todo el alcance expresivo de la prosa documental -a fuer de periodística- de Fray Mocho; de ahí que, a pesar de que también mereció los elogios de gran parte de la crítica coetánea, no se librara de algunas acusaciones que señalaban con justicia el exceso de datos descriptivos y documentales demasiado precisos, en menoscabo de los valores estrictamente literarios (como la imaginación) que parece requerir el género cuentístico. Tal vez para contrarrestar estas críticas, el autor de Entre Ríos publicó a continuación otra colección de relatos titulada En el mar Austral (1897), con la que pretendió acreditar la naturaleza literaria de sus cuentos situando a sus protagonistas en unos dominios geográficos (la Tierra de Fuego) que nunca había pisado. Pero, al igual que los matreros del volumen anterior, los personajes de En el mar Austral siguen siendo arquetipos literarios de la vida marginal -en este caso, indios y contrabandistas del sur de Argentina-, figuras esquematizadas que no consiguen alejar de la prosa creativa de José Sixto Álvarez ese afán documentalista que le impulsaba, más que a construir un universo fabulesco propio, a levantar testimonio periodístico de la sociedad de su tiempo.

Uno de los acontecimientos más notables no sólo en la vida de Fray Mocho, sino en la historia de la literatura argentina contemporánea fue la salida a la calle, en 1898, de la revista Caras y Caretas, en la que el escritor costumbrista -que se contaba entre sus fundadores- fue publicando la mayor parte de los relatos que habrían de conformar su obra maestra (la ya citada recopilación póstuma Cuentos de Fray Mocho). Al frente de la redacción de esta publicación desde su lanzamiento hasta el momento de su muerte, José Sixto Álvarez situó Caras y Caretas entre las lecturas predilectas de la intelectualidad argentina de finales del siglo XIX y comienzos de la siguiente centuria, gracias, en buena medida, a las magníficas narraciones breves que fue estampando en ella, con las que alcanzó su mayores cotas de calidad artística a la hora de reflejar tipos y situaciones característicos de la vida urbana. Miembros de una amplia clase media que no sabe disimular su desconcierto ante el crecimiento cosmopolita de la gran urbe y las nuevas modas extranjeras, los personajes que animan estos relatos recurren a sus particulares modalidades léxicas para expresar su inquietud y desazón ante el advenimiento de nuevas formas de vida a las que no logran adaptarse, desasosiego y desubicación que Fray Mocho reviste de tintes cómicos -cuando no grotescos o caricaturescos- para suavizar, en parte, el poso de mezquindad, envidia y resentimiento social que anida en casi todos sus protagonistas. Logró, así, no sólo que sus cuentos fueran aceptados y admirados por una amplia legión de lectores, sino también que Caras y Caretas se convirtiera en uno de los espejos más lúcidos, penetrantes y elocuentes de la burguesía urbana argentina, que, por la vía de la ironía y el humor, asimiló de buena gana la imagen satírica de todos los estratos urbanos (desde la poderosa oligarquía capitalina hasta el criollo pobre pero orgulloso, pasando por el político ambicioso, la comadre parlera, el holgazán simpático, etc.) ofrecida por el escritor de Gualeguaychú.

Valorada en su justa medida por los grandes autores argentinos del siglo XX, la producción literaria de José Sixto Álvarez fue recopilada y editada en su integridad a mediados de dicha centuria, bajo el título de Fray Mocho. Obras completas (Buenos Aires: Schapire, 1961).

Bibliografía

  • ARA, G. Fray Mocho (Buenos Aires: Ediciones Culturales Argentinas, 1963).

  • CANÉ, M. "Fray Mocho", en Caras y Caretas (Buenos Aires), 256 (29 de agosto de 1903).

  • DOS SANTOS, E. "El criollismo: Fray Mocho", en Historia de la literatura argentina (Buenos Aires: CEAL, 1967), cap. 28, págs. 649-672.

  • GIUSTI, R. "Fray Mocho", en Cursos y conferencias (Buenos Aires, julio-septiembre de 1953).

  • LEGUIZAMÓN, M. "Álvarez íntimo", en Caras y Caretas (Buenos Aires), 256 (29 de agosto de 1903).

  • MARTÍN, M. Fray Mocho (Buenos Aires: CEAL, 1967).

  • MASTRONARDI, C. "Fray Mocho, espejo de criollos", en Formas de la realidad nacional (Buenos Aires: Ediciones Culturales Argentinas, 1961).

  • MORALES, E. Fray Mocho (Buenos Aires: Emecé Editores, 1948).

  • PELLETTIERI, O. "Fray Mocho, primer cronista de la ciudad nueva", en Nueva Ciudad (Buenos Aires), XIII, nº 143 (1982), págs. 67-68.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.