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Álvarez de Toledo, García, Duque de Alba (ca. 1435-1488).

Aristócrata castellano, segundo conde de Alba (1464-1469) y primer duque de Alba (1469-1488). Fue también marqués de Coria y conde de Salvatierra. Nació hacia 1435 y falleció en 1488. Figura de primer orden en la política castellana de su tiempo, sirvió con fidelidad a Enrique IV y, posteriormente, a los Reyes Católicos. Además de esta presencia política y militar, el duque de Alba destacó por su calidad de mecenas artístico, embelleciendo las construcciones de Alba de Tormes y manteniendo una extraordinaria corte de músicos, artistas y poetas en su palacio señorial.

Vida

Fue hijo primogénito del primer conde de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, y de Mencía Carrillo. Como suele ser habitual, se desconocen datos de su infancia, aunque se le supone dedicado a recibir la educación militar y caballeresca inherente a su estado nobiliario. De hecho, durante el gobierno de su padre en la entonces casa condal, García ya dio muestras de su ímpetu guerrero y militar. El cronista Alonso de Palencia relata la rebelión de García contra Juan II en 1451, cuando el monarca y su valido, Álvaro de Luna, encarcelaron a su padre, el conde Fernando. Así describe Palencia (Crónica de Enrique IV, I, p. 38) la primera acción militar del futuro duque de Alba:

Hizo tantos estragos con sus correrías y talas por el territorio circunvecino, en venganza de la prisión de su padre, que llegó a concebir esperanzas de libertarle, y lo hubiese conseguido [...] a no haberlo estorbado el rey Juan de Castilla.

Con la muerte de Álvaro de Luna (1453), y también con el fallecimiento del propio Juan II (1454), el conde Fernando Álvarez de Toledo fue liberado y sustituido en sus estados. En los años siguientes, García acompañó a su padre en las campañas contra el reino de Granada acontecidas en 1455 y 1456, ya bajo el gobierno de Enrique IV, destacando especialmente la acción de ambos, padre e hijo, en el cerco de Alcalá la Real, el 15 de junio de 1456.

Con la muerte de su padre, en 1464, García heredó la dignidad condal y también la honda presencia política en la Castilla de su época. Así, en 1465 fue uno de los nobles que permanecieron leales al rey Enrique IV tras la proclamación de su hermano Alfonso como rey en la llamada Farsa de Ávila. Sin embargo, su actitud se mantuvo un tanto ambigua, siempre basculando entre los dos bandos a la búsqueda de mayores ganancias territoriales y rentistas: como ejemplo, en julio de 1465 dispuso de ochocientos soldados que bajo su dirección participaron en el cerco de Simancas a favor de Enrique IV, donde compartió filas con el marqués de Astorga o con el marqués de Santillana, hijo del poeta Íñigo de Mendoza. En cambio, no participó en la segunda batalla de Olmedo, en agosto de 1467, en la que sí figuraron el resto de miembros de la nobleza enriqueña. A pesar de que existen indicios de sus coqueteos con el bando alfonsino, el conde de Alba fue uno de los presentes en el acto de reconciliación de Enrique IV con sus notables, lo que le valió que en 1469 su título de Alba fuera elevado a la dignidad ducal.

En los siguientes años, el nuevo duque continuó sirviendo a Enrique IV en diferentes aspectos políticos. A esta carrera ascendente también contribuyó su matrimonio con María Enríquez, hija del almirante Fadrique Enríquez y de su segunda mujer, Teresa de Quiñones. Esta circunstancia le emparentaba con la misma casa real, al ser su esposa media hermana de Juana Enríquez, esposa del rey de Aragón, Juan II, y madre del futuro Rey Católico. Por si ello fuera poco, la política matrimonial de los duques de Alba sirvió para establecer una extraordinaria red de alianzas en la nobleza castellana, alianzas que, por supuesto, siempre beneficiaron a García Álvarez de Toledo en su preeminencia política.

En 1469, a pesar de su lealtad a Enrique IV, fue uno de los nobles del reino que asistieron al enlace entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, puesto que era primo del futuro Rey Católico. A esta alianza por intereses nobiliarios le siguió un total apoyo a los nuevos reyes después del fallecimiento de Enrique IV (1474). Tal vez guiados por el parentesco existente entre el duque don García y el Rey Católico, en la primavera de 1475 fue enviado por Fernando, en compañía del duque de Nájera, Pedro Manrique, a que tratase de apaciguar los ánimos del arzobispo Carrillo, quien súbitamente había pasado de ser el gran valedor de Isabel y Fernando a abandonar su causa. Esta negativa del arzobispo parece que produjo algunos momentos de vacilación en el duque don García, acerca de cuál bando seguir en el conflicto recién iniciado. El cronista Bernáldez expresa cómo Alfonso V de Portugal, días antes de iniciar su invasión, realizó numerosos obsequios y presentes a algunos caballeros de la nobleza castellana con el objetivo de que apoyasen su guerra. El duque de Alba estaba entre ellos:

E ellos, assí los de Castilla como los del Andalucía, o la mayor parte dellos, recebieron lo que les enbió [i.e, Alfonso V de Portugal], con intención algunos de le servir, otros de estar a "viva quien vence", y en tanto no le ofender; otros con intención de le dar guerra con su mesmo dinero, assí como fizo el duque de Alva, don García, que era casado con tía (hermana de la madre) del rey don Fernando.
(Bernáldez, Memorias, ed. cit., p. 48).

Todas las fuentes parecen estar de acuerdo en que el parentesco que le unía al rey Fernando fue decisivo para que pelease por su causa. Así, el duque de Alba destacó en el asedio de Zamora, acontecido en el verano de 1475, donde dirigió con notable acierto las piezas de artillería del ejército castellano. La ofensiva de Alfonso de Portugal obligó al duque de Alba a mantener el asedio de Zamora hasta la primavera del año siguiente, lapso de tiempo en el que don García también participó con éxito en la toma de Castronuño, en abril de 1476, fortaleza en poder del temido Pedro de Avendaño, uno de los más férreos opositores a los Reyes Católicos. Pocos meses más tarde, el duque de Alba se halló en la famosa batalla de Toro dirigiendo la vanguardia de las tropas castellanas, en la misma batalla donde el conde de Alba de Liste, el anciano Enrique Enríquez, fue hecho prisionero por los portugueses.

Después de acompañar a los Reyes Católicos a Sevilla, donde el marqués de Cádiz, Rodrigo Ponce de León, juró obediencia a los monarcas, el duque de Alba volvió a participar en la guerra contra Portugal en octubre de 1479. También se puso al frente de sus tropas señoriales para emplearse a fondo en el duro asedio de la fortaleza de Miranda del Castañar, que había sido tomada por los partidarios de Alfonso V. Como colofón a estas acciones, los Reyes Católicos le concedieron los títulos de Conde de Salvatierra y de Marqués de Coria en el año 1479, consolidando a la casa de Alba como uno de los estados señoriales más grandiosos de la nobleza peninsular.

Pacificado el reino y aceptados sin discusión ninguna los Reyes Católicos como monarcas soberanos, las siguientes menciones del duque de Alba en la historia política de Castilla tienen como teatro de operaciones las campañas contra el reino musulmán de Granada, iniciadas en 1485 y que en 1492 finalizarían con la conquista del mismo. Así, en abril de 1485, el duque don García, en compañía de su hijo y heredero don Fadrique, tomó parte en la campaña militar del Val de Cártama, al frente de sus propias tropas señoriales, como el resto de nobles castellanos. Sin embargo, García no pudo ver completada la conquista granadina, pues falleció en 1488. Fue sucedido en sus estados por su hijo Fadrique Álvarez de Toledo, segundo duque de Alba, también destacado militar de la época, como lo demuestra su participación en la guerra de Granada, en la guerra del Rosellón contra Francia y en la incorporación de Navarra a la corona de Castilla (1512), siempre al lado del Rey Católico. El primer duque mandó construir su sepulcro en el monasterio jerónimo de San Leonardo, situado en su villa de Alba de Tormes y donde fue sepultado.

Descendencia del primer duque de Alba

García Álvarez de Toledo contrajo matrimonio con María Enríquez, hija del almirante de Castilla, Fadrique Enríquez, y de su segunda mujer, Teresa de Quiñones. Al ser su esposa hermana de padre de Juana Enríquez, segunda mujer de Juan II de Aragón y madre de Fernando el Católico, los lazos familiares que le unían al más poderoso monarca de su tiempo influyeron profundamente en las prebendas tituladas y en el rico patrimonio territorial que tanto García Álvarez de Toledo como especialmente sus hijos, primos del rey, lograron adquirir. La descendencia del primer duque de Alba es la siguiente:

- Fadrique Álvarez de Toledo, segundo duque de Alba, marqués de Coria, conde de Salvatierra y señor de Piedrahita y Valdecorneja. Casó con Isabel de Estúñiga, hija de Álvaro de Estúñiga, duque de Béjar.
- Fernando Álvarez de Toledo, señor de Villora y comendador mayor de León en la orden de Santiago. Origen de la casa condal de Ayala.
- García Álvarez de Toledo, señor de la Horcajada. Casó con Mayor de Toledo.
- Pedro Álvarez de Toledo, señor de Mancera. Casó con Leonor de Ayala, hija de Pedro López de Ayala, comendador de Mora en la orden de Santiago.
- Gutierre Álvarez de Toledo, obispo de Plasencia.
- Mencía Enríquez de Toledo, segunda esposa de Beltrán de la Cueva, primer duque de Alburquerque.
- Francisca Álvarez de Toledo, casada con Francisco Fernández de la Cueva, segundo duque de Alburquerque.
- María Álvarez de Toledo, casada con Gómez Suárez de Figueroa, segundo conde de Feria.
- Teresa Álvarez de Toledo, casada con Pedro Manrique, segundo conde de Osorno.

Obra poética y mecenazgo cultural

En algunos cancioneros castellanos de los siglos XV y XVI pueden leerse unas coplas atribuidas a un «Duque de Alba», además de algunos versos como 'invenciones y letras de justadores', de los que se llevaban en la cimera del yelmo con ocasión de alguna fiesta caballeresca. Como indica Vicenç Beltrán (op. cit., p. 19), la popularidad de estas composiciones durante el reinado de Enrique IV (1454-1474) decanta la balanza de la identificación hacia el duque don García, y no a su hijo Fadrique. La fama como poeta de García Álvarez de Toledo debió de ser amplia, ya que incluso llegó a atribuírsele la bella canción "Nunca fue pena mayor", una de las más famosas de toda la lírica cancioneril, aunque el fundamento de la paternidad del duque de Alba no está del todo clara. Sí lo está, en cambio, una tópica canción de amor que figura en el Cancionero general de Hernando del Castillo (1511), un ejemplo de la actividad literaria emanada de la pluma del duque:

Tú, triste Esperança mía,
conviene que desesperes,
pues que mi Ventura guía
la contra de lo que quieres.

Y a tu muy linda color
dale tintura de duelo,
pues no se espera consuelo
que consuele tu dolor.
Mas espera cada día
crescer el mal de que mueres,
pues que mi Ventura guía
la contra de lo que quieres.

(Cancionero general, 1511, f. 123v).

Otro de los factores para identificar a García Álvarez de Toledo como el «duque de Alba» de los cancioneros castellanos reside en su labor de mecenazgo cultural. A través de las páginas de estas colecciones poéticas puede espigarse la relación que mantuvo don García con otros autores cancioneriles de la época de Enrique IV, como Juan Barba, Juan Álvarez Gato, Tapia y el comendador Román. Además, hay que tener en cuenta que durante el gobierno de don García en la casa ducal, la ciudad de Alba de Tormes se convirtió en una de las cortes nobiliarias más destacadas de la Castilla bajomedieval, en la que convivían poetas, músicos y artistas llegados de todas partes de Europa. Durante la remodelación del castillo de Alba de Tormes, y bajo la anuencia directa del primer duque de Alba, trabajaron artistas como Juan Carreras y Enrique Egas. Por lo que respecta a la música, la corte del duque de Alba contó con los dos mejores de la época: el castellano Juan del Encina y, sobre todo, el flamenco Johannes de Vrrede (cuyo nombre castellanizado fue Juan de Urreda), al servicio del duque hasta que, en 1477, se incorporó a la capilla del rey Fernando el Católico. De esta forma, García Álvarez de Toledo ha pasado a la historia como uno de los principales mecenas del humanismo castellano, labor que sería continuada por sus descendientes.

Bibliografía

  • BELTRÁN PEPIÓ, V. La canción de amor en el otoño de la Edad Media. Barcelona, PPU, 1988.

  • BERNÁLDEZ, A. Memorias del reinado de los Reyes Católicos. Eds. J. de M. Carriazo & M. Gómez-Moreno, Madrid, Real Academia de la Historia, 1962.

  • LÓPEZ DE HARO, A. Nobiliario genealógico de los Reyes y Títulos de España. Madrid, Luis Sánchez, 1622, 2 vols.

  • PALENCIA, A. DE Crónica de Enrique IV de Castilla. Madrid, Atlas, 1973-1975, 3 vols.

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez