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HistoriaPolíticaBiografía

Alfonso IX. Rey de León (1171-1230)

Rey de León desde el 22 de enero de 1188 hasta la fecha de su muerte. Nacido en Zamora el 15 de agosto de 1171 y muerto en Villanueva de Sarria el 24 de septiembre de 1230.

Síntesis biográfica

Hijo de Fernando II, Alfonso llegó al poder tras la muerte de su padre, aunque no sin dificultad, dado que algunos nobles se mostraron partidarios de que el trono fuera ocupado por el infante Sancho. Por este motivo Alfonso IX en un principio se mostró interesado en mantener buenas relaciones con el rey de Castilla, aunque muy pronto cambió su actitud, debido a los múltiples conflictos fronterizos que existían entre ambos reinos. Así se alió en diversas ocasiones con los reyes de Navarra y Portugal e incluso llegó a firmar una alianza con los almohades, para hacer frente a Alfonso VIII, aunque tras contraer matrimonio con la hija de éste, doña Berenguela, en el año 1188, apenas se registraron enfrentamientos entre ambas monarquías, hasta la llegada al poder de Fernando III. Los últimos años de su vida el rey de León se dedicó fundamentalmente a luchar contra los musulmanes, lo cual le llevó a apoderarse de las ciudades de Cáceres y Badajoz.

Alfonso IX, rey de León. Miniatura del siglo XII.

Primeros años

Hijo del rey de León Fernando II y de la primera esposa de éste, la hija de Alfonso II de Portugal doña Urraca, su nacimiento fue motivo de grandes celebraciones en la corte de sus progenitores, que decidieron bautizarle con el nombre de Alfonso en honor a sus abuelos, el rey de Castilla y León Alfonso VII y el ya citado monarca portugués. Así a pesar de que el matrimonio de sus padres no había sido reconocido por el papa, circunstancia que podía poner en entredicho la legitimidad de Alfonso, no dudo Fernando II en asociar a su hijo al trono desde su nacimiento, como lo demuestra el hecho de que su nombre aparezca tras el de sus padres, en todos los documentos expedidos por la Cancillería Real.

El futuro Alfonso IX cuando apenas contaba con unos días, fue puesto bajo la custodia de María Ibáñez, la cual fue nombrada ama de cría por los monarcas. Así ésta se ocupó de vigilar los progresos del infante hasta que cumplió 4 años, fecha en la inició su educación. Pero doña María no fue la única que se responsabilizó de supervisar los primeros años de vida de Alfonso, ya que según podemos constatar en la documentación que se conserva, el conde Armengol de Urgel había sido nombrado ayo del infante y además parte de las tareas correspondientes a la crianza de éste, fueron asumidas por el notable leonés Adán Martínez y por su esposa, María Díez. Llegados a este punto es preciso señalar que a pesar del gran número de personas que estuvieron al servicio del infante, éste siempre mantuvo una relación muy estrecha con sus padres, especialmente con su madre, motivo por el cual parece lógico pensar que debió ser un duro golpe para él, la marcha de doña Urraca en junio de 1175, ya que ésta se vio obligada a abandonar la corte leonesa, cuando el papa dictaminó que su matrimonio con Fernando II no era válido.

Pero la marcha de su madre no fue el único golpe que tuvo que afrontar Alfonso durante su niñez, ya que según afirmaba el profesor Julio González, éste estuvo a punto de morir tras contraer una grave enfermedad, de la que apenas tenemos datos. Dicha enfermedad no sólo puso al infante al borde de la muerte, sino que al parecer, tuvo como consecuencia que éste perdiera la vista temporalmente, circunstancia muy grave, ya que en esas condiciones no podría ocupar el trono leonés cuando llegara el momento de suceder a su progenitor. No obstante, a pesar de la preocupación que causó en el reino este acontecimiento, muy pronto recuperó la vista el joven Alfonso y pudo continuar con su formación. De este modo aunque ignoramos en que condiciones se produjo su recuperación, las crónicas apuntan que esta se debió a la intervención milagrosa de San Isidoro, del que parece siempre fue muy devoto su padre.

Como se mencionó anteriormente, cuando Alfonso cumplió 4 años inició su periodo de instrucción, tanto militar como intelectual, tras ser puesto bajo la supervisión de Juan Arias, yerno del antiguo ayo de Fernando II, don Fernando Pérez de Traba. Pero aunque todo apunta que su educación debió ser esmerada en todos los sentidos, es difícil determinar cuales fueron los contenidos de la misma. No obstante en aquellos años el reino de León poseía una cultura floreciente y es probable que el joven tomara como ejemplo a su nuevo ayo y sobre todo a su padre en materia militar.

Por último parece interesante reseñar que tipo de relación mantuvo Alfonso Fernández con sus dos madrastras, ya que aunque éste pasó largas temporadas alejado de la corte durante su infancia y adolescencia, es posible afirmar que visitó con frecuencia a su padre, el cual se mostró interesado en que su hijo se familiarizara desde su niñez con el funcionamiento de las instituciones. Todo apunta a que el infante tuvo una relación fugaz con la que sería la segunda esposa de su padre, doña Teresa Fernández de Traba, con la que Fernando II contrajo matrimonio en el año 1179, ya que ésta falleció el 6 de febrero de 1180, cuando Alfonso contaba con 8 años de edad. Caso diferente fue el de Urraca López de Haro, ya que parece demostrado que ésta desde que se convirtió en la amante del rey en el año 1183, sintió una gran antipatía por Alfonso, antipatía que fue en aumento cuando se convirtió en la nueva reina de León en el año 1187 y nacieron sus hijos, el infante García, que murió poco tiempo después; y el infante Sancho. De este modo la falta de autoridad de Fernando II, que durante los últimos años de su reinado se plegó por completo a los deseos de la reina y de sus familiares, colocó a su hijo primogénito en una delicada situación, ya que doña Urraca y sus partidarios, en varias ocasiones argumentaron que los derechos de don Sancho debían prevalecer sobre los de Alfonso, puesto que su madre no había sido reina legítima de León. Pero estos comentarios no fueron más que el principio, puesto que cuando fue evidente que el fin de Fernando II se encontraba próximo, las presiones que se ejercieron sobre su heredero fueron aumentando, motivo por el que éste finalmente decidió abandonar la corte, con la intención de solicitar el apoyo del rey de Portugal, con el que se encontraba emparentado por vía materna.

Llegada al poder y primeras intervenciones en Castilla

Si nos atenemos a la documentación que se conserva, podemos afirmar que Alfonso se encontraba fuera de la corte del rey de León a principios del mes de enero de 1188, pero su precaria situación muy pronto iba a cambiar, puesto que el día 22 fallecía Fernando II en Benavente. El nuevo rey de León, que en aquellos momentos se encontraba en la frontera portuguesa, no tardó en recibir la noticia de que los principales magnates del reino esperaban que se hiciera efectiva su coronación, a pesar de las maniobras de la reina viuda, que intentó por todos los medios colocar en el trono a su hijo, el infante Sancho Fernández, aunque sin mucho éxito.

Una vez en el trono, Alfonso IX decidió cumplir con la última voluntad de su padre, que había expresado su deseo de que sus restos fueran depositados en la catedral de Santiago, petición que no había cumplido su tercera esposa por motivos políticos, ya que estaba enemistada con el obispo de la ciudad, Pedro Suárez, que apoyó firmemente la causa del primogénito. Así a pesar de que Alfonso IX contaba con sólidos apoyos, muy pronto comenzó a sentirse inseguro en el trono, ya que a los numerosos problemas económicos y políticos que tenía en el interior de sus reinos, se sumó la noticia, de que su madrastra se encontraba en la frontera castellana, intentando entablar negociaciones con Alfonso VIII. Estas negociaciones no podían ser toleradas por Alfonso IX, ya que se sentía incapaz de hacer frente a su primo, si éste finalmente se decidía a colaborar con Urraca, motivo por el cual concertó una reunión con Alfonso VIII, con el que teóricamente se encontraba en paz en virtud del Tratado de Fresno-Lavandera, aunque éste había invadido algunas plazas leonesas, prestando así su apoyo a la candidatura de don Sancho. De este modo el 19 de marzo de 1188 tuvo lugar en Carrión de los Condes una reunión entre ambos monarcas, en la cual el rey de León fue armado caballero por Alfonso VIII, circunstancia que suponía que Alfonso IX reconocía la superioridad del rey de Castilla, tras lo cual se comprometió a contraer matrimonio con una infanta castellana, con el fin de afianzar la amistad entre ambos reinos. A pesar de los acuerdos alcanzados Alfonso IX no pudo poner fin a la rebeldía de Urraca López hasta el año 1202, ya que hasta esa fecha no pudo contar con el apoyo del rey de Castilla para que le fueran arrebatadas a ésta las fortalezas que mantenía en su poder tanto en León como en Castilla.

Por lo que respecta a las actuaciones de Alfonso IX en el interior de su reino, hay que señalar que poco antes de partir a Carrión, intentó asegurar todo lo posible su posición, motivo por el que decidió convocar una curia extraordinaria en la ciudad de León, en la que estuvieron presentes, además de las altas jerarquías de la Iglesia y miembros destacados de la alta nobleza, los representantes de las ciudades. En esta reunión, calificada por algunos historiadores como una convocatoria de cortes en toda regla, el monarca trató de poner freno a los múltiples desafueros que se habían cometido en sus territorios y sobre todo intentó solucionar sus graves problemas económicos, ya que durante los último años del reinado de su padre, las arcas del rey habían quedado completamente vacías. Así tras comprometerse firmemente a resolver todos los problemas del reino y confirmar algunas donaciones realizadas en anteriores reinados, revocó las últimas disposiciones de Fernando II, decisión que causó un gran revuelo entre los partidarios de Urraca, pero que contribuyó a mejorar su economía.

De regreso a sus posesiones tras la citada reunión mantenida con Alfonso VIII, no tardó Alfonso IX en cambiar su actitud hacia su primo, puesto que no le gustó que se concertara el matrimonio de la infanta Berenguela con el príncipe alemán Conrado, ya que según apuntan algunos investigadores, éste albergaba la aspiración de ocupar el trono de Castilla, en el caso de que Alfonso VIII no tuviera ningún hijo varón y el mejor modo de asegurar su candidatura, era contraer matrimonio con la hija primogénita del monarca. Así parece demostrado que esta desilusión provocó que Alfonso IX acercara sus posiciones a las del rey de Portugal en el año 1190, año en el que fue concertado su matrimonio con la infanta Teresa. A pesar de que fueron muchos los que desaconsejaron que se llevara a cabo la unión, dado el grado de parentesco que existía entre ambos, Alfonso se mostró firme en su decisión y el 15 de febrero de 1191, contrajo matrimonio con la citada infanta portuguesa en Guimaraes.

Una vez que quedó sellada la alianza con Portugal, el rey de León sintiéndose seguro de sus posibilidades, decidió que había llegado el momento de atacar Castilla, motivo por el que decidió firmar el Tratado de Huesca, el 12 de mayo de 1191; por el cual se establecía una alianza entre Portugal, Navarra, Aragón y León en contra de Alfonso VIII. Pero no finalizaron ahí las alianzas, ya que poco después, con el fin de asegurar la posición de su reino, firmó una tregua con los almohades, tregua que fue provocó las protestas de Celestino III, que tras obligar a Alfonso IX a separarse de su esposa en el año 1191, hizo todo lo que estuvo en su mano para que se firmara la paz entre León y Castilla en llamado Tratado de Tordehumos (20 de abril de 1194).

Durante los años siguientes a pesar de que el mencionado tratado continuaba teniendo vigencia, se sucedieron las escaramuzas en las fronteras de León y Castilla y éstas, si bien no contaron con la presencia de ambos monarcas, contribuyeron a acrecentar las fricciones entre ellos. De este modo a pesar de que se celebró una reunión en Toledo, tras la batalla de Alarcos, para fijar definitivamente las fronteras de los dos reinos, no fue posible llegar a un acuerdo, circunstancia que enfureció considerablemente a Alfonso IX, que decidió marchar a la guerra una vez más en contra de Alfonso VIII, no sin antes, por mediación de Pedro Fernández de Castro, concertar una importante alianza con el emir almohade, del que obtuvo además de importantes ayudas económicas, la promesa de que le sería enviado un importante contingente de soldados musulmanes, el cual llegó a León en el mes de diciembre de 1195. Poco después Alfonso IX invadió la llamada Tierra de Campos y consiguió llegar con sus ejércitos hasta Carrión de los Condes, donde volvió a armarse nuevamente caballero, como símbolo de que se había sacudido la supuesta autoridad que tenía sobre él el rey de Castilla, aunque de nada le sirvieron estas victorias al leonés, ya que poco después Alfonso VIII recuperaba Plasencia y tras atacar las proximidades de Benavente, tomó el llamado Castro de los Judíos. Desde ese momento la situación se tornó muy complicada para el rey de León, puesto que Celestino III amenazó con excomulgarle si persistía en su alianza con los musulmanes, ya que a los ojos del pontífice que Alfonso IX hubiera recibido el apoyo de éstos era a todas luces intolerable. Pero a pesar de la amenaza, el monarca continuó recibiendo ayudas económicas del emir almohade, aunque desde este momento evitó recibir en sus territorios nuevos contingentes musulmanes.

En el mes de abril de 1197 se iniciaron nuevamente las hostilidades y Alfonso IX logró recuperar la citada plaza del Castro de los Judíos, aunque muy pronto tuvo que replegarse, debido a las bajas que sufrieron sus ejércitos, tras enfrentarse en sucesivas ocasiones a las tropas de los reyes de Aragón y Castilla. Llegados a este punto es preciso señalar, que a pesar de sus deseos de continuar con la guerra, Alfonso IX tuvo que renunciar definitivamente al mantenimiento de la misma, ya que los almohades firmaron una tregua con Castilla, lo cual aisló políticamente a León, puesto que los portugueses también habían firmado la paz con este reino.

Paz con Castilla y matrimonio con doña Berenguela

Todo parecía indicar que Alfonso VIII atacaría inmediatamente al reino de León, aunque al parecer gracias a la intervención de la reina Leonor, éste decidió firmar la paz. Así Alfonso IX consciente de su precaria situación decidió aceptar el ofrecimiento de su primo, animado quizá por una carta que recibió e la reina de Castilla, en la cual ésta le indicaba que sí solicitaba la mano de su hija Berenguela, haría todo lo posible por convencer a su esposo de la conveniencia de la unión. Los propósitos de doña Leonor finalmente se llevaron a la práctica, ya que Alfonso IX se desposó con Berenguela en la iglesia de Santa María La Antigua de Valladolid, a finales del año 1197. La principal repercusión de esta boda, fue que a partir de este momento quedó sellada la paz entre León y Castilla, ya que doña Berenguela recibió como dote, todas las plazas que Alfonso VIII había arrebatado al monarca leonés y éste como prueba de su buena voluntad, entregó a su esposa como regalo de bodas, todas las plazas que conservaba del monarca castellano.

Es claro que la unión de Alfonso con la infanta castellana fue un gran acierto político, aunque desde otro punto de vista podemos afirmar que también fue un gran acierto en el ámbito personal para el monarca, ya que parece demostrado que ambos esposos mantuvieron unas relaciones extremadamente cordiales los años que duró su matrimonio. De este modo sin que sea posible asegurar que existió amor entre ellos, aunque son muchos los cronistas que apuntan que así fue, parece que doña Berenguela consiguió que su esposo cambiara algunas de las costumbres de su reino, que no eran de su agrado, y gracias a sus importantes posesiones, logró que Alfonso le permitiera mantener cierta independencia. Sólo la negativa de Celestino III a reconocer esta unión, enturbió la aparente felicidad de la pareja, puesto que ambos fueron excomulgados, situación que impulsó a Alfonso VIII y a Alfonso IX a llegar a un acuerdo en el año 1199, por el cual las plazas fronterizas que estaban bajo el control de Berenguela quedarían bajo su autoridad aunque tuviera que disolverse la unión. Pero que la Santa Sede dictara la temida orden de excomunión no significó que los monarcas renunciaron a continuar con sus actividades y tampoco impidió que se mostraran felices tras producirse el nacimiento del primero de sus 4 hijos a finales de 1198, a pesar de que también se hacía extensible a éste la excomunión.

La llegada de Inocencio III al solio pontificio, hizo renacer la esperanza en ambas cortes de que finalmente quedara reconocido el matrimonio de Alfonso y Berenguela, pero el nuevo papa al igual que su antecesor, se negó a reconocer la validez de esta unión, aunque levantó el interdicto que pesaba sobre León y lo redujo a los lugares donde se encontraran los monarcas. Pero a pesar de la negativa del papa, Alfonso IX y Berenguela continuaron juntos hasta el año 1204, fecha en la que su matrimonio fue anulado definitivamente tras dar su consentimiento ambos esposos. Hay que señalar que esta unión tuvo importantes repercusiones para el futuro de los reinos de Castilla y León, ya que el 19 de agosto de 1201, nació del futuro Fernando III, que no sin dificultad logró ocupar el trono de Castilla y de León, unificando definitivamente estos reinos. No obstante la anulación de dicho matrimonio causó nuevas fricciones entre ambas coronas, ya que aun quedaban por resolver algunas cuestiones fronterizas.

Relaciones con Castilla y política interior entre 1204 y 1218

El 19 de junio de 1204 el papa levantaba la excomunión que pesaba sobre Alfonso IX, circunstancia que iba propiciar que mejoraran las relaciones del reino de León con el Vaticano, aunque tras la marcha de Berenguela, aproximadamente en abril de ese mismo año, iban a renacer los conflictos entre León y Castilla, motivo por el cual Alfonso IX inició la reorganización de sus ejércitos, decisión muy acertada si tenemos en cuenta que Alfonso VIII puso sitio a Castronuño el 3 de junio de 1204. El rey de León no tardó en acudir a defender mencionada plaza, aunque el conflicto armado muy pronto iba a terminar, ya que poco después se iniciaron las negociaciones entre ambos monarcas, los cuales llegaron a un acuerdo rápidamente.

Aprovechando que había sido restablecida la concordia con Castilla, Alfonso IX dedicó gran parte del año 1205 a impulsar la repoblación de San Martín de Torres y a viajar por todas sus posesiones otorgando gran cantidad de mercedes, como se puede percibir en la documentación que se conserva. Pero que las relaciones con el rey castellano fueran cordiales, no impidió que surgieran nuevas fricciones apenas un año después (1206), ya que ambos tuvieron que reunirse nuevamente en Cabreros con el fin de discutir sobre la posesión de algunas plazas fronterizas, las cuales finalmente fueron entregadas para evitar conflictos al futuro Fernando III, que se convirtió desde ese momento en un personaje todavía más importante en ambos reinos. Así estas negociaciones contribuyeron a que Berenguela y Alfonso continuaran manteniendo una buena relación tras su separación y en el año 1207 el monarca leonés otorgó a ésta nuevas rentas, hecho insólito en otras circunstancias. Ese mismo año las actividades políticas de Alfonso IX cambiaron radicalmente de escenario, ya que tras el apresamiento de unas naves leonesas por los ingleses, éste entró en contacto con Juan Sin Tierra, con el que firmó un importante tratado de amistad y cooperación, del que también formó parte Alfonso VIII.

Entre los años 1208 y 1211 Alfonso se dedicó intensamente al fortalecimiento de su autoridad en el interior de sus reinos y continuó con su firme decisión de repoblar amplios territorios. Así en estos años emprendió la repoblación de La Coruña y de todas las zonas próximas a la frontera con Portugal, aunque en ocasiones tuvo que volver sus ojos nuevamente hacia Castilla, con cuyo monarca firmó un tratado de paz en Valladolid, el 27 de junio de 1209, por el cual se concertaba una tregua de 50 años. Además de estas actividades Alfonso IX apoyó decididamente el asentamiento y desarrollo de la Orden de Santiago y presidió el 21 de abril de 1211 la consagración de la catedral compostelana, por la que sentía un gran cariño, ya que los restos de su padre descansaban allí.

El año 1212 estuvo marcado por los preparativos que se realizaron en todos los reinos cristianos de la Península Ibérica, para presentar un frente común en contra de los almohades, los cuales fueron derrotados en la batalla de las Navas de Tolosa, en la cual no estuvo presente Alfonso IX, aunque autorizó a muchos de sus caballeros para que participaran en la misma. Así mientras Alfonso VIII estuvo ausente, el rey de León inició los preparativos para conducir una expedición en la frontera castellana, ya que consideraba que no se le habían devuelto todas las plazas que le correspondían, pero a pesar de su osadía no se produjo ninguna reacción por parte del rey de Castilla, que cansado por el largo esfuerzo que había tenido que desarrollar, consintió en que se firmara la paz. A esta concordia se unió algunos meses más tarde el rey de Portugal y gracias a este hecho se estableció una nueva alianza para luchar en contra de los musulmanes, aunque Alfonso IX no se mostró muy partidario de arriesgar su vida en estas campañas, motivo por el cual renunció a continuar con ellas en los primeros meses de 1214.

La muerte de Alfonso VIII marcó el inicio de unas nuevas relaciones entre Castilla y León, ya que doña Berenguela se hizo cargo del reino en nombre de su hermano, Enrique I. Así Alfonso decidió mantener una distancia prudente cuando se inició la guerra civil entre los partidarios de su antigua esposa y los de Alvaro Nuñez de Lara, aunque en ningún momento descartó intervenir directamente, ya que podía conseguir importantes beneficios. De este modo la mayor parte de los investigadores coinciden en señalar que el rey de León mantuvo una postura claramente ambivalente, puesto que a pesar de que recibió con agrado las mercedes que le concedió el tutor del rey-niño, se negó a que se llevara a cabo el matrimonio de Enrique I con su hija primogénita, habida de su primer matrimonio. Desde este momento es posible atestiguar como las posiciones de Alfonso se fueron haciendo más próximas a las de doña Berenguela, hasta que se produjo la muerte del joven rey de Castilla.

Pero Alfonso tenía sus propios problemas en interior de su reino, ya que tras la muerte de su primo había comenzado a plantearse que era necesario asegurar el futuro de sus hijos y sobre todo la cuestión sucesoria. Según apuntan los cronistas Alfonso sintió un gran cariño por todos sus vástagos, motivo por el cual, cuando decidió que su sucesor sería su hijo Fernando, decidió igualmente asegurar el futuro de sus hijas mayores, doña Sancha y doña Dulce. De este modo dictaminó que mientras vivieran debían disfrutar de la posesión de importantes villas y granjas, aunque especificaba claramente que tras la muerte de éstas todas sus posesiones revertirían a aquel que ocupara el trono de León. Además si alguna de ellas fallecía o contraía matrimonio sus posesiones pasarían a estar bajo el control de la hermana que permaneciera viva o soltera. Esta situación cambió radicalmente tras la muerte de Enrique I en 1217, ya que poco después Fernando III ocupó el trono de Castilla, circunstancia que ofendió a Alfonso que a instancias del antiguo regente castellano, el ya citado Alvaro Nuñez de Lara, reclamó la corona para sí, amparándose en el Tratado de Sahagún. El monarca mantuvo sus reivindicaciones sobre la corona de Castilla hasta el mes de agosto de 1218, fecha en la que firmó la paz con su hijo, del que se encontraba muy distanciado, dado que habían estado a punto de entrar en combate, motivo por el cual comenzó a asociar al trono de León a sus hijas mayores, aunque en opinión del profesor Julio González no de forma clara.

Últimos años (1218-1230)

Desde que quedó consolidada la paz con Fernando III, Alfonso IX reorientó su política exterior y centró principalmente sus actividades en la conquista de nuevos territorios, asumiendo el mando de la cruzada que se estaba llevando a cabo en contra de los almohades. Así tras organizar sus fuerzas inició la conquista de Cáceres, ciudad que resistió los envites del rey leonés, aunque éste logró apropiarse de todas las tierras que la circundaban. Este éxito parcial animó a Alfonso a seguir con sus campañas durante el año 1219, año en que se enfrentó con éxito a los musulmanes en la batalla de Tejada, tras lo cual desbastó Badajoz. Los años siguientes mantuvo sus enfrentamientos con los musulmanes e intentó en varias ocasiones apropiarse de Cáceres, si bien delegó parte de sus responsabilidades en las Ordenes Militares, que no obtuvieron éxitos apreciables en este sentido, hasta el año 1227 en que fue tomada definitivamente.

Fueron años de grandes alegrías para el monarca que presenció como una de sus hijas contraía matrimonio con Juan de Brena, e inició una larga relación con una dama leonesa llamada Teresa Gil, con la cual tuvo varios hijos. Así en 1229 comenzó a preparar la que sería su última expedición, con la que pretendía ocupar todas las tierras surcadas por el Guadiana. De este modo tras pasar la Navidad en Alba de Tormes condujo a sus hombres a la plaza de Montánchez, que fue ocupada poco tiempo después, acontecimiento que le animó a poner sitio a Mérida, ciudad que solicitó la ayuda de Ibn Hud, el cual fue derrotado por las tropas de Alfonso IX cuando se dirigía en su auxilio, en la batalla de Alange. Dicha batalla aunque fue muy arriesgada, dado que Alfonso IX podían haber quedado atrapados entre dos frentes, causó gran impacto en los defensores de Mérida, que a los pocos días rindieron la plaza. Alfonso satisfecho por la marcha de sus campañas, antes de regresar a su reino decidió participar en el asedio que se estaba llevando a cabo sobre Badajoz, donde los cristianos obtuvieron una nueva victoria.

Los últimos meses de su vida Alfonso IX se dedicó fundamentalmente a reorganizar su nuevos territorios, para poder poner en marcha la repoblación de los mismos, aunque tuvo tiempo de realizar una peregrinación a Santiago, para dar gracias por todos sus logros, en el verano de ese mismo año (1230). Así pleno de facultades, a pesar de que acababa de cumplir 59 años, decidió poner en marcha una nueva campaña, aunque no pudo cumplir su deseo, ya que cayó gravemente enfermo y se vio obligado a detenerse en Villanueva de Sarria, donde murió el 24 de septiembre de 1230.

Bibliografía

  • CARRETERO JIMÉNEZ, A. El Antiguo Reino de León. León: Edilesa, 2001.

  • GONZALEZ J. Alfonso IX. Madrid: CSIC, 1944.

  • JOVER ZAMORA, J. M. Historia de España Ramón Menéndez Pidal. La Reconquista y el proceso de diferenciación política (1035-1217). Madrid: Espasa-Calpe, 1991.

Autor

  • Cristina García Sánchez