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HistoriaBiografía

Alfaro, Rufina (ca. 1799-?).

Heroína panameña, nacida en Las Peñas (en el distrito de Los Santos) en fecha desconocida (aunque, probablemente, en el último año del siglo XVIII), y fallecida en fecha y lugar ignorados. Su audacia, su belleza y su determinación fueron decisivos para la toma y destrucción de la fortaleza militar en la que se alojaba el retén que constituía el único sostén del gobierno colonial español en la Villa de Los Santos, y para la subsiguiente declaración de independencia de una nación que aún tardaría más de ochenta años en denominarse República de Panamá.

Según refieren las escasas noticias que han llegado hasta nuestros días acerca de Rufina Alfaro, en 1821 -fecha de la toma del cuartel- la joven debía de contar unos veintidós años de edad. Dotada de una espléndida hermosura (era alta y espigada, trigueña de piel, con ojos negros rasgados y una larga cabellera que competía en oscuridad con la profunda negrura de su mirada), vivía en la casa rural donde tenía asiento el hogar familiar, al cuidado de unos padres ya ancianos que durante toda su vida se habían dedicado a las faenas agrícolas y a la crianza de gallinas. A pesar de que este ambiente en que se había criado desde niña era poco propicio al desarrollo de las facultades intelectuales (y menos en una joven de su tiempo, a las que se solía negar el derecho a la instrucción sólo por pertenecer al sexo femenino), Rufina Alfaro exhibió desde muy temprana edad una viva inteligencia natural que pronto le permitió leer y escribir con soltura, así como relacionarse con gentes que habían recibido una educación muy superior. Fue así como empezó a ser invitada a los salones de los ricos hacendados del lugar y de otras personas pertenecientes a las clases sociales elevadas que aún poblaban el entorno rural panameño, pues se había corrido la voz de que, a pesar de que su ocupación principal era comerciar con los huevos y verduras que iba a vender al cuartel, era una joven cuya belleza, inteligencia y simpatía podía servirle de tarjeta de presentación en los salones más elegantes de cualquier capital europea. Se hizo proverbial entre la soldadesca hispana el gracejo con que adornaba su conversación, su finura en los modales, su ingenio en las repuestas agudísimas con que contestaba al requiebro de los galanes que la pretendían y, por encima de todo, su deslumbrante hermosura, realzada por las basquiñas que -según refieren algunos cronistas de la época- solía lucir a diario, en un gesto de coquetería poco usual también en una campesina. Y fue la suma de todos estos dones lo que indujo al militar español que estaba al mando del cuartel a permitir la entrada y permanencia en el recinto fortificado de la bella vendedora de provisiones, con la intención de entablar con ella unas charlas galantes que pronto derivaron en amena conversación amorosa.

A partir de aquí, la figura heroica de Rufina Alfaro cobra un tinte dramático, ya que, al parecer, ella escuchaba con agrado las finezas del capitán español, y veía con buenos ojos la posibilidad de establecer esos firmes vínculos que le prometía el militar. Además, seguía contando con la simpatía y la admiración de los soldados, ahora -si cabe- más rendidos a la evidencia de esos encantos que paseaba con asiduidad por los patios y corredores de la fortaleza. Pero eran aquéllos tiempos levantiscos, en los que el espíritu de rebeldía había comenzado a calar hondo en el pueblo llano, decidido a acabar de una vez por todas con el dominio de la Corona española. El resentimiento albergado durante siglos por los istmeños contra las fuerzas coloniales estalló en una sucesión de revueltas que provocaron una violenta reacción de las tropas españolas destacadas en territorio panameño: se iniciaron feroces persecuciones contra los cabecillas del movimiento independentista, se cerraron los periódicos y revistas que simpatizaban con la causa de los rebeldes y, en general, se amenazó con terribles represalias a todos los istmeños que relacionasen públicamente su libertad con la consecución de la independencia y el reconocimiento de la soberanía nacional.

Ante esta dura reacción de las fuerzas militares, muchos istmeños se ocultaron en las regiones del interior o guardaron un forzoso mutismo desde los grandes núcleos urbanos; pero la revuelta ya estaba en marcha y se propagaba velozmente de ciudad en ciudad y de aldea en aldea, hasta llegar a oídos de gentes que habían vivido tan despreocupadas respecto a los asuntos políticos como hasta entonces lo había estado Rufina Alfaro. Pronto se sintió conmovida por las razones de los suyos, y obligada a elegir entre conservar su amor o traicionar al capitán que se lo había proporcionado. Y así, forzada a una trágica decisión, optó por ayudar a sus gentes y ponerse al servicio de los rebeldes independentistas, ya que a pesar del celo represor desatado por los soldados españoles ella seguía gozando de las prerrogativas que le permitían la entrada libre al bastión militar. Convertida, entonces, en una improvisada espía, durante sus visitas a la fortaleza observó los hábitos de la tropa y obtuvo una serie de informaciones que fueron decisivas el día 10 de noviembre de 1821, cuando al grito de "Viva la Libertad" abandonó la venta de huevos y productos hortícolas y condujo a una nutrida marcha de rebeldes istmeños al asalto de la fortaleza, asegurándoles que las armas de los españoles no estaba operativas, ya que los soldados se encontraban limpiándolas. Con un socorrido arsenal de piedras y palos como único armamento, los istmeños tomaron el cuartel fortificado y se hicieron con las armas y municiones de los españoles, con lo que pudo luego escribirse en las relaciones históricas de Hispanoamérica que, merced a la intervención de Rufina Alfaro, la independencia de Panamá se consiguió sin derramar una sola gota de sangre.

En efecto, aquel mismo día 10 de noviembre de 1821, esa Villa de Los Santos de la que era oriunda la heroína istmeña declaró la independencia de España y arrastró en pocos días a otras poblaciones vecinas, hasta lograr también, al cabo de dieciocho jornadas, una declaración de independencia por parte de las elites políticas de la capital, que, en su acta separatista, optaron por sumarse estratégicamente a la unión grancolombiana.

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.