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PolíticaLiteraturaBiografía

Alcalá Galiano, Antonio (1789-1865).

Político liberal, estadista y escritor español, nacido en Cádiz el 22 de julio de 1789 y muerto el 11 de abril de 1865.

Vida

Hijo del marino Dionisio Alcalá Galiano, muerto en Trafalgar, y de María Consolación Villavicencio, recorrió con su padre el Mediterráneo en 1802, deteniéndose en Nápoles. En 1806 ingresó como cadete en Guardias Marinas Españolas, y al año siguiente fue hecho maestrante de Sevilla. El 8 de noviembre de 1808 se casó con María Dolores Aguilar, de la que se separó, por supuesta infidelidad de la esposa, en 1815. Alcalá era en esta época un joven disoluto dado a las francachelas y amigo con exceso de la borrachera. Y también curioso de cuestiones literarias y políticas. Comenzó a edad temprana la carrera militar, aunque pronto la abandonaría por la política, dentro de las filas del liberalismo. Fue nombrado por su amigo José García de León y Pizarro agregado a la embajada de España en Londres, aunque no llegó a tomar posesión de su cargo, por oponerse el embajador, el conde de Fernán Núñez. En 1813 fue nombrado para la legación de Suecia, saliendo de Londres para el país nórdico el 15 de mayo de 1814. Pero tampoco la diplomacia le convenía, por lo que regresó a España a punto de tomar parte en polémicas literarias, aunque Casa-Irujo le nombró en 1818 secretario para la legación en el Brasil. En 1820 participó activamente en la génesis del pronunciamiento de Riego contra Fernando VII. En sus memorias explicaba que el triunfo del levantamiento se debió al odio que tenían las clases de tropa y los números a embarcarse hacia América. Por esto, los sargentos y los soldados rasos secundaron las ideas liberales y revolucionarias de los oficiales. Según algunos biógrafos, consintió en negociar con Fray Cirilo de Alameda un ataque contra el primer gobierno del Trienio, para sembrar confusión. Según Benigno Morales, el paso de Alcalá Galiano a la moderación se da poco después, cuando el gobierno le nombra intendente de Córdoba. Pero cuidó muy bien de guardar las formas liberales, y se la vio de nuevo en 1821 en la sociedades patrióticas de Córdoba y Cádiz.

Dentro del liberalismo español, Alcalá Galiano estaba vinculado al grupo de los exaltados. Durante el Trienio Liberal destacó como gran orador, tanto en La Fontana de Oro, como en las Cortes. Formó parte de la masonería en un grupo nacionalista-liberal, de fuerte influencia británica, en el que le acompañaban algunos de los que iban a ser grandes figuras de la política española del siglo XIX, como Istúriz y Mendizábal. Diputado en las Cortes de 1822-1823, fue uno de los organizadores del famoso motín madrileño del 19 de febrero de 1823, que impidió la entrada de un ministerio comunero. Alcalá Galiano fue acumulando resentimiento al no ver reconocidos sus esfuerzos en pro de la revuelta liberal con la concesión de la cartera de Asuntos Exteriores, que ambicionaba. En efecto, en Cádiz, y con el país invadido, fue Alcalá Galiano quien propuso en las Cortes reunidas en Sevilla, el 11 de junio de 1823, la declaración de demente de Fernando VII. En definitiva, durante el trienio, Alcalá Galiano sirvió a su propia popularidad y poder, puesto servilmente al servicio de quienes lo detentaban. Maestro en confusionismo y en tramas clandestinas, siempre con un sentido sutilmente contrarrevolucionario, apareció sin embargo, o por ello mismo, en un documento del Archivo General de Palacio, sin fecha, como Venerable de la 7ª Torre de los comuneros de Madrid. Los liberales tardarán mucho en advertir qué clase de animal político había en Alcalá Galiano.

Cuando en 1823 Fernando VII volvió al trono, restaurando el absolutismo, Alcalá Galiano fue condenado a garrote por su implicación en el movimiento liberal, lo que le obligó a exiliarse en Inglaterra. Este alejamiento de España sirvió para que fuera dejando de lado sus ideas exaltadas. Aunque sus comienzos londinenses fuero difíciles, se ayudó dando clases de español, y vivió también gracias a la munificencia de amigos como Javier Istúriz. A pesar de no recibir ayuda del gobierno inglés, fue asesor del comité de ayuda a los refugiados. Comenzó a admirar vivamente la estabilidad de la política inglesa, así como a los utilitaristas prácticos que iba a conocer en su exilio. Creía que Inglaterra, cualquiera que fuera su constitución, seguiría siendo una sociedad aristocrática. En cambio, España era mayoritariamente una sociedad plebeya, por lo que consideraba normal la admiración que había demostrado el pueblo hacia su tirano, Fernando VII. Así, estaba convencido de que para evitar un gobierno plebeyo como el español, debían ser las clases medias y altas las que aunaran esfuerzos para enfrentarse a las clases bajas y, de esta manera, consolidar su condición de clases dominantes. En 1828 fue nombrado profesor de lengua y literatura española en la universidad de Londres, con buen sueldo, pronunciando la primera lección el 15 noviembre. El 16 marzo 1829 inauguró con un discurso el Ateneo Español de Londres, destinado a la educación de los hijos de los emigrados. En 1830 se trasladó a París.

Alcalá Galiano no regresaría a España hasta 1832, con la amnistía general decretada por el gobierno de Cea Bermúdez. Cuando en 1834 se publicó el Estatuto Real, Alcalá reinició su actividad parlamentaria. Participó en la oposición a Mendizábal, pero antes ya había figurado como representante de algunos pueblos de la provincia gaditana en el movimiento revolucionario de 1835, asunto que fue revocado por la Junta de Cádiz el 13 de septiembre de 1835. En septiembre y octubre de 1835 Alcalá Galiano formó parte de una negociación semi-secreta, junto a Argüelles e Istúriz con la Junta de Andújar, en la cual representaban nada menos que a Mendizábal con la única misión de desviar a la revolución andaluza en un sentido meramente anticarlista, lo cual servía los intereses de la Junta de Barcelona, que llevaba una negociación paralela con el Conde de las Navas. Así, no es extraño que al producirse la caída de Mendizábal y formarse el gobierno de Istúriz, el 15 de mayo de 1836, con la famosa conversión de este personaje al moderantismo, Alcalá Galiano le acompañara, con la misma significación, como ministro de Marina, cargo en el que permanecerá hasta el 14 agosto de 1836 (fecha de la caída de Istúriz). La negociación con la Junta de Andújar demostró que ambos ya eran moderados en 1835 y mucho antes, y que la sustitución de Mendizábal fue una zancadilla entre iguales. En todo este tiempo había sido Alcalá Galiano procurador en las Cortes del Estatuto (entre 1834 y 1836), pero el final violento del gobierno de Istúriz le obligó a emigrar buscando refugio en Francia. No duró mucho esta segunda emigración, pues fue elegido diputado por Cádiz en 1837, con arreglo a la Constitución de este año, en cuya dignidad siguió ininterrumpidamente hasta la revolución de 1840, volviendo a ser elegido, esta vez por Barcelona, en la segunda legislatura de 1843, la derivada de la contrarrevolución, aunque no pudo incorporarse al congreso porque no se aprobaron las actas de aquella provincia. Ya para entonces se decía de él que era "tan feo de alma como de figura".

Sus ideas exaltadas se templaron definitivamente en la década de los cuarenta, cuando pasó a ser uno de los cabecillas del Partido Moderado. Para él, la crisis que había producido la revuelta carlista había hecho que la sociedad española sufriera algunos cambios. Así, veía a ésta como una sociedad literaria en la que la fuerza material y una gran parte de la fuerza moral estaban en manos de las clases ilustradas. Un ejemplo clarificador de este cambio paulatino de opinión son sus Lecciones de Derecho político constitucional, impartidas en el Ateneo de Madrid y editadas en 1843. Fue diputado por Madrid en la legislatura de 1844 a 1845, y en este último año fue también nombrado senador vitalicio.
(Véase Carlismo)

Narváez decidió nombrarle Ministro de Fomento en 1865. Esta etapa dejó más sombras que claros sobre el ministerio. Alcalá Galiano destituyó a Castelar al publicar éste su artículo El rasgo, así como a Montalbán, rector de la Universidad Central. Estas destituciones dieron lugar a los sucesos de la llamada Noche de San Daniel. Los estudiantes que protestaban contra la actuación de Alcalá Galiano fueron duramente reprimidos por las fuerzas de seguridad dirigidas por González Bravo, por entonces ministro de Gobernación. Alcalá Galiano protagonizó un fuerte enfrentamiento con González Bravo en el Consejo de Ministros a causa de lo acontecido, en cuyo transcurso cayó gravemente enfermo. Al poco tiempo, el 11 de abril de ese mismo año, murió en pleno consejo de ministros, durante la cruenta represión de manifestantes republicanos en la llamada "Noche de San Daniel".

Obras

Prolífico ensayista, escribió para diversas publicaciones. Suyos fueron varios artículos contra la idea de la soberanía del pueblo, el primero titulado "La Soberanía de la nación no es contradictoria a la monarquía" (3 de noviembre de 1810; fue copiado íntegramente por Riaño de la Iglesia). También escribió artículos sobre la libertad de imprenta y en contra de los abusos de las Cortes en la materia. En el Redactor General de España (nº 114, 6 de octubre de 1811), escribió en favor del veto real. Publicó también la Representación que hizo a S.M. el Augusto Congreso Nacional sobre la Gaceta de Madrid del 21 de Septiembre de este año y un extracto de sus procedimientos en la causa del Conde de Tilly (Cádiz, 1811). En otros dos artículos breves del Redactor (nºs 390 y 395, 8 y 13 de julio de 1812), comentaba la necesidad de que los aliados ayudasen a España a echar a los franceses del Trocadero, y daba su aprobación al artículo de José Moreno Guerra en el nº 393, sobre bombardear desde Mahón todos los puertos del Mediterráneo, más las bocas del Guadalquivir y del Guadalete. En otro artículo del Redactor (nº 451, 7 de septiembre de 1812), preguntaba quiénes eran los miembros de la comisión de Constitución militar.

Fue, al parecer, el traductor de la obra de Frédéric Quilliet Bonaparte sin máscara. Por un verdadero francés muy afecto a España (Cádiz, 1813). Fue, también, uno de los editores de la Gaceta patriótica del ejército nacional, en la que hizo gala de opiniones exaltadas y fue partidario de la independencia de la América española, aunque luego, en cuanto triunfó en España la revolución, se desdijo. Fue, asimismo, uno de los fundadores del Ateneo español en Madrid.

Escribió Cuatro palabras con motivo de las voces que han corrido de resultas de la prisión de los guardias de la persona de S.M., señalados por haber contribuido al restablecimiento de la constitución (julio, 1820); y también "Examen crítico de los bandos del Jefe político y capitán general de la provincia de Madrid de 7 de este mes de setiembre, y breves reflexiones sobre los sucesos de estos días", publicado con notas satíricas por Juan de Trágala en El Universal observador español (Nº 141, 29 de septiembre de 1820), y Respuesta al escrito inserto en el Universal de 29 de septiembre (Madrid, 1820). No obstante, su exaltación era muy endeble.

Publicó Apuntes para la historia del origen y alzamiento del ejército destinado a Ultramar en 1º de Enero de 1820 (Madrid 1821). Es también el autor de "Reflexiones de [...] sobre El Zurriago" (Madrid, 1822). En 1830 publicó en París Appel au peuple français en faveur de la liberté d´Espagne. También escribió el prólogo a El moro expósito, del duque de Rivas (París, 1834), y tradujo al francés Don Álvaro o la fuerza del sino.

Dio a luz Lecciones de derecho político constitucional (Madrid, 1843), e Historia de España desde los tiempos primitivos hasta la mayoría de la Reina Doña Isabel II (Madrid, 1844-1846). Asimismo, publicó diversas obras, entre ellas: Historia de la literatura española, francesa, inglesa e italiana en el siglo XVIII (Madrid, 1845); Biografía del astrónomo español D. José Joaquín de Ferrer y Cafranga (Madrid, 1858); el discurso Que el estudio profundo y detenido de las lenguas extranjeras lejos de contribuir al deterioro de la propia sirve para conocerla y manejarla con más acierto (Madrid, 1861); Historia del levantamiento, revolución y guerra civil de España (Madrid, 1861). Colaboró en las Memorias de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, tomos I y II (1861-1867), con "Del principio de libertad y del espíritu de revolución" y "De los principios tradicional y racional. Del estado de la opinión en Inglaterra".

En carta de 1862 a un nieto suyo, que vivía en la Habana, Alcalá Galiano se declaró muy partidario de la causa cubana, con tal de que no se perjudique su unión con España. Afirmó ser muy conservador, es decir, muy enemigo de toda democracia y de toda idea revolucionaria, pero amigo, a pesar de eso, de la libertad y del autogobierno, "en proporción razonable y compatible con la situación de cada pueblo".

Ingresó en la Academia de la Historia con un discurso sobre la "Antigua Constitución política de Castilla, sus Cortes, Hermandades, etc.", y allí mismo leyó su "Filosofía de la Historia" (ambas en Madrid, 1864).

Sus obras más importantes pueden leerse en la edición de Jorge Campos en la Biblioteca de Autores Españoles, entre ellas los Recuerdos de un anciano (en la que comentaba los hechos políticos en los que había participado a lo largo de su vida) y sus Memorias, ambas póstumas (1878 y 1886). Estos libros han ejercido un gran influjo en la literatura histórica nacional; no obstante, deben leerse con la cautela necesaria ante un escritor tan parcial en sus reflexiones. Aún aparecieron Apuntes para la biografía, escritos por él mismo, Madrid 1865, y todavía en 1969 Vicente Llorens editaba Literatura española del siglo XIX de Moratín a Rivas (Madrid).

Bibliografía

  • ARTOLA, Miguel. La burguesía revolucionaria, 1808-1874. (Madrid, 1976).

  • SÁNCHEZ AGESTA, Luis. Historia del constitucionalismo español. (Madrid, 1964).

  • RIAÑO, Camilo: El Teniente General Don Antonio Nariño. (Bogotá, 1973).

  • Redactor General de España [confróntese los números citados].

  • Archivo General de Palacio (PR. 67).

  • PALAU Y DULCET, Antonio: Manual del librero hispano-americano. 2ª ed. (Barcelona, 1948-1977).

  • PÁEZ RÍOS, Elena: Iconografía hispánica, 5 vol. (Madrid, 1966).

Autor

  • Victoria Horrillo LedesmaA. Gil Novales