A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
ArquitecturaBiografía

Alberti, Leone Battista (1404-1472).

Leone Battista Alberti.

Arquitecto, teórico del arte y escritor italiano, Alberti construye todo el cuerpo teórico que fundamenta la actividad plástica del arte del Renacimiento. La práctica artística que habían desarrollado Brunelleschi, Masaccio y Donatello encontraron en Alberti el modo de convertirse en la teoría, que más tarde plasmará en su propia arquitectura.

Hijo natural de una de las más ricas familias florentinas, nació en Génova en 1406, durante el exilio de su familia en dicha ciudad. Realiza sus estudios en Padua y en Bolonia, donde se dedica al estudio del derecho y las matemáticas, pero su formación artística tiene lugar en Roma, ciudad a la que llega en 1432, con el encargo de abreviador apostólico. En ella entra en contacto con el clasicismo de la antigüedad, desde un punto de vista erudito y arqueológico, de lo que nace su obra Descriptio Urbis Romae, de 1434, en el que plantea un estudio sistematizado para la reconstrucción de la ciudad antigua. En 1434 Alberti vuelve a Florencia donde conoce el arte de Brunelleschi, Donatello y Masaccio que suponen la afirmación práctica de sus propios principios.

Pensamiento y Teoría artística

La actividad de Alberti en el campo artístico no puede entenderse sin tener presentes sus concepciones políticas y su posición filosófica general. En política su ideal es la ciudad-estado que conoció en Florencia antes de la victoria definitiva de los Médicis. El príncipe, si lo hubiera, debe gobernar buscando siempre el interés público, forma suprema del Bien. Si el príncipe no actúa así, se convierte en un tirano. Al igual que el príncipe, todo funcionario debe velar por el interés de la ciudad. La figura del ciudadano es para Alberti tan importante como la del príncipe, idea que supone una ruptura total con el Feudalismo. Cada ciudadano debe servir a sus conciudadanos en la medida de sus posibilidades.

El Racionalismo va a ser el rasgo más característico del pensamiento albertiano, el hombre puede alcanzar cosas mediante su voluntad, pero sólo con la razón puede conocer con exactitud todo lo que desea alcanzar. Este racionalismo es tomado por Alberti desde la antigüedad, más que del cristianismo, revistiendo a éste de un Humanismo propio de la cultura del Quattrocento. Con Alberti el propio estudio de la Antigüedad se racionaliza, es decir, se abandona la idea intuitiva y tópica del arte y pensamientos clásicos, para entrar en ellos de una forma científica. Alberti lee a Vitrubio y a Varrón, comparando sus lecturas con la realidad inmediata y circundante, es decir, con los propios monumentos romanos, tratando a los antiguos de igual a igual y no sintiéndose obligado a seguir sus ejemplos, si su inteligencia le aconseja otros caminos.

En la teórica artística que elabora, sus concepciones plásticas se van a mezclar constantemente con las ideas antes señaladas. En sus tres grandes tratados, dedicados a la pintura, arquitectura y escultura, Alberti construye el cuerpo teórico que sustenta la nueva actividad plástica del Renacimiento. En De Pictura, escrito en 1435 y dedicado a Brunelleschi, Alberti sistematiza y divulga los descubrimientos sobre perspectiva realizados por el gran arquitecto, convirtiéndose en la síntesis y la teoría del arte florentino del siglo XV. El tratado De re Aedificatoria, fue comenzado hacía 1450, e impreso veinte años más tarde, Alberti no dejó de retocarlo y completarlo a lo largo de toda su vida. Posteriormente hacía 1465, escribe el tratado De Statua.

El segundo de los tres tratados es sin duda el más importante, consta de diez libros, en los que se va a reflejar toda la teoría albertiana. Propone la primacía de la Arquitectura, por ser el arte más relacionado con la actividad práctica y diaria del hombre, además de entenderla como una actividad cívica, a la que competen otras funciones además de las religiosas, como la defensiva, la comercial, etc. La Arquitectura por tanto no debe ser patrimonio exclusivo de la iglesia, pero tampoco debe serlo de los mecenas, sino del conjunto de la comunidad, proponiendo un plan de conjunto para la construcción de la ciudad, en la que cada edificio debe ser sometido a ese plan de conjunto. Estas teorías urbanas son abordadas por Alberti en el Libro IV, proponiendo desde el emplazamiento geográfico de la ciudad hasta el tratamiento de calles y edificios. Entre los edificios distingue tres clases: los edificios públicos, los de ciudadanos influyentes y los de ciudadanos populares, a los que destina una importante extensión. Todos los edificios deben ir desprovistos de toda ostentación, llamando la atención más por la belleza del diseño y su disposición, que por su grandeza y ornamentación. Las casa populares deben construirse siguiendo el mismo plan que las de ciudadanos influyentes, aunque en una escala más reducida.

Junto al nuevo papel que Alberti concede a la arquitectura, aparece el nuevo papel del arquitecto, definiéndolo como aquel que utiliza la razón, primero para dividir las cosas, y luego para reunir todos aquellos materiales que pueden servir con eficacia y dignidad a las necesidades humanas.

El arquitecto, y el artista en general, es un hombre comprometido con una tarea científica. En el Libro I Alberti expone la utilización del diseño arquitectónico, como nexo de unión con las matemáticas. En el Libro II, la necesidad del conocimiento de los materiales relacionados y utilizados en la construcción. Mientras que en el Libro III expone la necesidad del conocimiento de los distintos sistemas constructivos. Con igual criterio en su Tratado De Pictura, el Libro I, aparece dedicado al conocimiento de las matemáticas y la geometría, junto con sus aplicaciones a la perspectiva. Para Alberti las artes se aprenden mediante la razón y el método, no existiendo para ellas más maestro que la práctica.

En su acercamiento al mundo antiguo, Alberti estudia a fondo los restos de la arquitectura romana y comparándolos con los tratados teóricos de Vitrubio y Varrón, y observa que las realizaciones clásicas no obedecen a una normativa rígida, lo que le lleva a plantear una nueva arquitectura. Este mismo método, racional y científico, aplicado a la Pintura y la Escultura, hace que plantee una nueva concepción del Realismo. Alberti define la Pintura como la sección de la pirámide que todo cuerpo proyecta en dirección al ojo del observador, prescindiendo de cualquier referencia teológica, y basándose en términos humanísticos como razonamiento, método científico, observación rigurosa de la Antigüedad, etc.

Siguiendo las teorías humanísticas, redefinirá conceptos como el de Belleza, incluyendo en su tratado De re Aedificatoria dos definiciones: armonía regular entre todas las partes de un objeto, de forma que nada pueda ser añadido, suprimido, ni cambiado en él, sin perder la armonía; armonía regular y acuerdo entre todas las partes de un todo, que se constituye construido según un numero fijo, una cierta relación, un cierto orden, tal y como el principio de la simetría lo exige. Según estas definiciones la inteligencia del artista debe controlar la disposición de todos los elementos y someterlos a un ordenamiento, riguroso en arquitectura. En pintura la obra del artista debe ser precisa, hecho que le dotará de belleza. En las formas humanas, siguiendo estos conceptos, el artista debe elegir las partes más bellas, con el fin de combinarlas sin ninguna equivocación. Pero el modelo final no solo debe responder a lo más bello existente en la naturaleza, sino a lo más normal, general y típico. Alberti se alejó del idealismo planteando lo bello como una medida aritmética: la obra debe ser un reflejo de la Naturaleza, que como las artes está sometida a modelos científicos y sujeta a leyes y métodos coherentes. La relación establecida entre Arte y Naturaleza, cerraba el camino a la facultad creadora del artista, dominado el camino de exploración del universo.

Al final de su vida Alberti vuelve a Florencia, donde encuentra una ciudad distinta a la que había dejado. Los Médicis dueños absolutos de la ciudad, agrupaban a los intelectuales que se regían por las ideas neoplatónicas. Alberti no encuentra sitio en una ciudad que ha abandonado la vida activa y la participación ciudadana que él había utilizado como modelo. En su última obra condenará el lujo de la ciudad, atacando directamente a los Médicis y afirmando que el "príncipe" está sometido a las leyes de la ciudad y debe salvaguardar sus libertades.

Sello conmemorativo de Leone Battista Alberti.

Las obras

Alberti tratará de plasmar en sus obras los presupuestos teóricos que, según él, deben regir la arquitectura, aplicando la teoría de las proporciones que busca como resultado la simetría, la armonía y la belleza. La búsqueda de la aplicación del modulo o norma es el hilo conductor que recorre toda su obra y que da coherencia a la teoría y la practica.

Simultáneamente a sus trabajos teóricos, recibe los primeros encargos profesionales. Segismundo Malatesta le comisiona para reformar la Iglesia de San Francisco en Rímini, a partir de 1450. Antes había recibido los importantes encargos de la familia Rucellai en Florencia. Posteriormente pasará a Urbino y a Pienza, donde va a impulsar la difusión del movimiento florentino. A partir de 1464 es llamado por Ludovico Gonzaga a Mantua.

Fachada de la iglesia de Santa María Novella de Florencia

Realizada entre 1458 y 1470 en ella se articula una nueva tipología de fachada, planteando una arquitectura modular y simétrica. Concebida al modo de los arcos triunfales romanos, se estructura en base a un cuerpo cuadrangular, sobre el que se dispone un gran frontón flanqueado por volutas, este modelo será muy utilizado.

La simetría es absoluta, hasta el punto que el bicromatismo, típico de la arquitectura florentina, se va a utilizar para diferenciar los elementos modulares, de distinto modo a Brunelleschi que lo había utilizado para establecer la separación entre elementos sustentantes y sostenidos.

Para la realización de esta fachada, Alberti se inspira en el clasicismo del románico toscano, evidente en la fachada de la Iglesia de San Miniato al Monte. Al igual que Brunelleschi se había inspirado en los cimborrios románicos para la realización de la cúpula de Santa María de las Flores.

Alberti. Puerta de la iglesia de Santa María Novella en Florencia.

El Palacio Rucellai de Florencia

Alberti. Fachada del palacio Rucellai de Florencia.

Realizado entre 1446 y 1451, por encargo de la familia Rucellai, es contemporáneo al Médicci-Riccardi de Michelozzo. Las dos ideas conductoras de la arquitectura serán la racionalización y la simplificación. En planta se plantea una forma geométrica, perceptible con facilidad, un cubo con un vacío en el centro, es decir cuatro cuerpos dispuestos alrededor de un patio interior central. Este espacio, regular y porticado, se convierte en el núcleo estructurante del edificio a la vez que proporciona la adecuada iluminación a todas las plantas. Alberti aprovecha el tradicional patio interior florentino, pero convirtiéndolo en el eje de un espacio basado en la regularidad y la simetría. El mismo esquema había sido utilizado dos años antes por Michelozzo, y será el que se utilice a lo largo del siglo XV en Italia y del XVI en Europa.

Según este esquema se deben organizar dos fachadas, la interior que da al patio y la exterior que da a la calle. Al interior, Alberti, plantea una galería porticada en sus cuatro lados, idea derivada del Hospital de los Inocentes de Brunelleschi. Los otros dos pisos, separados por auténticos entablamentos clásicos, se estructuran mediante ventanas, centradas sobre la clave de los arcos, y rematadas con frontones triangulares en el inferior y curvos en el superior. Los arcos y las ventanas quedan recogidos en módulos regulares, divididos por columnas donde se superponen los tres ordenes clásicos.

En la fachada exterior, Alberti mantiene el almohadillado, utilizado en el palacio Médici-Riccardi, pero éste es devastado de forma uniforme en toda ella, al modo del aparejo romano. Su estructura es de tres cuerpos, separados y diferenciados por entablamentos y articulados mediante pilastras que siguen la superposición de ordenes. Parten de un banco corrido inferior, que enlaza el espacio de la calle con la fachada, y se remata con una gran cornisa. En todo el edificio Alberti expresa su búsqueda de la belleza como consecuencia de la expresión de la armonía.

Aunque proyectado por Alberti, la realización del edificio corrió a cargo de Rossellino, que repitió posteriormente esta disposición en el Palacio Piccolomini de Pienza.

El templo Malatestiano de Rímini

El templo Malatestiano o de San Francisco se realizó por encargo de Segismundo Malatesta, de lo que recibe su nombre, como un templo funerario para proclamar la gloria del príncipe y servirle de panteón familiar.

El problema con se encuentra Alberti es camuflar un edificio tradicional, una iglesia gótica. Para ello opta por buscar una tipología lo más próxima posible a la antigüedad, presentando al exterior un esquema básico de templo clásico, con pórtico con columnas y remate en frontón. El templo no pudo ser terminado, pero en el proyecto original de Alberti se cubría con una cúpula de media naranja, elemento propio de los panteones romanos.

Todos los elementos constructivos están tomados de la antigüedad. La portada principal se concibe como un arco de triunfo donde el intradós es decorado con casetones. La decoración es escasa reducida a óculos laureados, decoración funeraria clásica, e inscripciones latinas. Articulándose con un orden monumental de columnas y pilastras subsidiarias rematándose en una gran cornisa.

Iglesia de San Andrés de Mantua

Hacia los año 70 Alberti se encuentra en Mantua, donde realiza una serie de proyectos importantes y define una nueva tipología de iglesia.

En esta Iglesia de San Andrés, Alberti, mantiene su vínculo estrechísimo con la antigüedad, con el concepto de simetría, y plantea una nueva tipología.

La fachada conjuga la disposición de los templos clásicos con la de los arcos de triunfo y está divida en tres calles y rematada en un amplio frontón. Las calles laterales con arcos son exactamente la mitad que el arco central, se separan por unas monumentales columnas. Los elementos constructivos son una copia exacta de la antigüedad mientras que el sistema decorativo es típicamente cuatrocentista.

Al interior codifica un nuevo tipo de planta. Planteando una gran nave salón que se abre en los laterales, donde se insertan capillas alternándose en tamaño, la nave desemboca en un desarrollado crucero cubierto por cúpula de media naranja sobre tambor. La decoración está concebida de forma monumental con casetones y pilastras.

Esta tipología tendrá un enorme éxito ya que permitía albergar a un gran público, que observaba de forma directa los oficios religiosos, así como permitía el seguimiento de la predicación desde el púlpito.

La iglesia de San Sebastián de Mantua

En este edificio va a mostrar una de las grandes preocupaciones de los arquitectos del momento, la investigación de las plantas centralizadas, que eran las que más se acercaban a la antigüedad.

En la Iglesia de San Sebastián, Alberti plantea una planta de cruz griega, rematando cada brazo en un ábside a excepción del de entrada que se remata en un pórtico. Esta planta unitaria responde a un sistema modular.

La fachada, reconstruida, se dispone sobre un podium con gradas, articulándose con un orden monumental de pilastras, rematado en frontón y gran cornisa. En el centro de esta cornisa se produce una ruptura que permite la iluminación de la nave central. El rompimiento del frontón clásico se utilizará mucho en el movimiento anticlásico que supone el manierismo.
Alberti tuvo una serie de continuadores que van a desarrollar muchos de los conceptos que el no pudo llevar a cabo. El más importante de todos ellos es Bernardo Rossellino, que llevará a la practica las teorías urbanísticas de Alberti, en la ciudad de Pienza, además de ser el realizador del palacio Rucellai.

En Pienza por encargo del Papa Pío II, Rossellino organiza el centro de la ciudad, la plaza donde dispone una catedral y un palacio, aunando el poder civil con el poder religioso. El palacio muestra la misma tipología del palacio Rucellai, y la catedral sigue a la Iglesia de San Sebastián de Mantua, con algunas diferencias por el intento de armonizarlo con el palacio. La plaza trapezoidal, a la que confluyen las arterias principales, es organizada como un espacio diáfano, unitario, y social.

Bibliografía

  • ALBERTI, L.B.: L'Architettura di Leon Battista Alberti. Valencia, 1993.

  • ALBERTI, L.B.: Los Diez Libros de la Arquitectura. 1975.

  • ALBERTI, L.B.: De Re Aedificatoria. Torrejón de Ardoz, Akal, 1991.

  • BENEVOLO, L.: Historia de la arquitectura del Renacimiento. Madrid, 1973.

  • TAFURI, M.: La arquitectura del Humanismo. Madrid, 1958.

  • WITTKOWER, R.: La arquitectura en la edad del Humanismo. Buenos Aires, 1958.

Autor

  • Esther Alegre Carvajal