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HistoriaPolíticaBiografía

Ahumada y Villalón, Agustín de (¿-1760).

Militar y administrador colonial español fallecido en 1760, se desconocen la fecha y el lugar de su nacimiento. Fue el cuadragésimo segundo virrey de Nueva España (1755-1760), marqués de las Amarillas y comendador de la Orden de Santiago.

Teniente coronel del regimiento de las Reales Guardias Españolas, participó con brillantez en las guerras de Italia y fue nombrado gobernador de Barcelona, donde recibió la noticia de que Fernando VI lo había designado virrey de Nueva España. El 17 de mayo de 1755 el rey firmó en Aranjuez las primeras instrucciones dirigidas a Ahumada para el desempeño de su misión. En ellas el monarca reafirmaba la prioridad en la evangelización de las Indias, su interés por mantener las buenas relaciones con los servidores de la Iglesia y otros apartados dedicados a economía, real hacienda, minería, comercio, comunicaciones, obras públicas y a la administración en general.

Estas instrucciones se completaron con las que redactó el Consejo de Indias, fechadas el 17 de junio, a las que se añadió la instrucción reservada que firmó el secretario de Indias el 30 de junio de este mismo año. Se trata de una relación de veinte apartados, con referencias concretas a la administración virreinal. El 30 de septiembre fondeó en Veracruz el navío La América, que lo había trasladado desde Cádiz al nuevo continente y, tras encontrarse con su antecesor el conde de Revillagigedo en Otumba, se dirigió a la capital.

Llegó a la ciudad de México el 10 de noviembre y desde el primer momento, en cumplimiento de las instrucciones que se había traído de Madrid, pero también por la larga y completa relación que el conde de Revillegigedo le dejara, fechada el 8 de octubre de 1755, un vivísimo y completo cuadro de la situación del virreinato, se interesó por mejorar la situación de la hacienda real. Al referirse a la Real Hacienda, Güemes explicaba a su sucesor que “consta de diversos ramos, que son los derechos de plata y oro, los diezmos de la abadía de Pánuco, el valor de los azogues, las reales alcabalas, los tributos, las limosnas de la bula de la Santa Cruzada, las vacantes de obispados y prebendados, las mesadas y subsidios eclesiásticos, los novenos, el derecho de media anata, el producto del papel sellado, las ventas de tierras y los oficios vendibles, contribuciones, multas y condenaciones, comisos, donativos, asientos, derechos y productos”.

Entre los consejos de Revillagigedo, figuraba el de asegurar la administración con rectitud y puntualidad, ya que “cuanto más crecieran los comercios de los vasallos, crecerán también las rentas reales”. Fuente de recaudaciones importantes fueron los pozos mineros como Real del Monte en Pachuca o Bolaños en la Nueva Galicia, a los que se había añadido el recién descubierto en Iguana, Nuevo Reino de León. Pero constituían también motivo de conflicto entre sus propietarios, que pleiteaban por cualquier causa.

La noticia de su riqueza atrajo a decenas de interesados, que llegaron desde Guanajuato y Zacatecas, en busca de un enriquecimiento rápido. Como consecuencia, el virrey tuvo que enviar al visitador Calvo para que tratara de resolver los problemas de Iguana y acabar con el enfrentamiento entre los propietarios de Real del Monte. En este caso, se suprimió el Tribunal de la Santa Cruzada y la hacienda local se hizo cargo de sus fondos; el marqués de las Amarillas está considerado como un gran impulsor de la minería mexicana.

Consiguió aumentar el volumen de las remesas a la Península, pero se mantenía el problema de la forma de envío, ya que las flotas encontraban grandes dificultades para hacer la travesía del Atlántico, por donde se desplazaban los piratas ingleses, apoyados en los navíos hostiles a la monarquía. Los tratados de paz y los pactos no habían sido capaces de suprimir las suspicacias entre las potencias y se mantenían los conflictos locales y la actividad comercial y de contrabando en las costas de la América hispana.

En un informe a su sucesor, firmado por Jacinto Marfil, secretario del Gobierno virreinal, se dice que el marqués de las Amarillas había pretendido establecer una cuenta general anual, especie de presupuesto del virreinato, cosa nunca vista, y que había obrado con tino y sabiduría en diversos aspectos de su administración. Algunas de las mejoras que trató de aplicar fueron: la visita anual a los hospitales reales, la conducción de platas, la superintendencia de alcabalas, la contaduría de azogues, el gobierno del Patronato y del estado eclesiástico, la administración de la justicia y la consolidación y mejora de los presidios en las regiones de frontera.

Del 9 al 12 de diciembre de 1756 se organizaron grandes fiestas para celebrar la aprobación del Patronato de la Virgen de Guadalupe, que había logrado el jesuita Francisco López, con apoyo del virrey, quien desarrolló insistentes gestiones en Madrid y Roma. También se ocupó de las obras del desagüe de la ciudad y del valle, descuidadas con el paso del tiempo. Ordenó la limpieza de las calles de Veracruz, que se llenaban de arena con ocasión de los temporales de viento y persiguió a los atracadores y bandidos con el fin de lograr la seguridad y tranquilidad de las poblaciones. En 1758 entró en erupción con enorme violencia un volcán en la hacienda de San Miguel de Jorullo, en Michoacán, lo que obligó a abandonar rancherías y otras poblaciones, que tuvieron que ser asentadas en otros lugares, a cargo del erario real.

En las fronteras se mantuvo la actividad defensiva, tanto en la zona norte, donde amenazaban las tribus de comanches, que asaltaron un presidio cerca de San Antonio Béjar y en la que persistían los intentos franceses de colonización ilegal, como por las costas de Belize y Honduras, en las que comerciantes ingleses cortaban la madera y seguían haciendo contrabando.

El 10 de agosto de 1759 falleció Fernando VI, noticia que llegó meses más tarde a México, comunicada por su sucesor Carlos III, hermano del rey y hasta ese momento rey de las Dos Sicilias. Esta noticia coincidió con el agravamiento de la enfermedad del virrey, que, aquejado de apoplejía desde hacía algún tiempo, aceptó la recomendación médica de mudar de aires y viajó a Cuautitlán y Cuernavaca, pero tuvo que regresar a la ciudad de México, para morir el 5 de febrero de 1760. Según las crónicas de la época “ganó reputación de activo, constante, justo y desinteresado”, hasta el punto de que dejó pobre a su viuda, que tuvo que buscar la protección del arzobispo de México.

Designado sucesor interino el teniente general Francisco Cajigal de la Vega, gobernador de Cuba, se hizo cargo provisionalmente del gobierno virreinal la Real Audiencia de México.

Bibliografía

  • OROZCO Y BERRA, M. Historia de la dominación española. México, 1938.

  • RIVA PALACIO, V. El Virreinato. Tomo II de México a través de los siglos, México, Compañía General de Ediciones, 1961.

  • RUBIO MAÑÉ, I. Introducción al estudio de los virreyes de Nueva España. Ediciones Selectas y UNAM. México, 1959 y 1961.

  • DE LA TORRE VILLAR, E. Instrucciones y memorias de los virreyes novohispanos. México, Editorial Porrúa, 1991.

M. Ortuño

Autor

  • 0110 M. Ortuño