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Aguirre, Manuel Agustín (1904-1992).

Poeta, ensayista y político ecuatoriano, nacido en Loja en 1904 y fallecido en Quito en 1992. Cultivador excepcional de las nuevas formas vanguardista que, procedentes de Europa, comenzaban a llegar a América en el segundo tercio del siglo XX, acabó relegando su vocación literaria en beneficio de sus convicciones políticas y su entrega a la causa revolucionaria. Fue uno de los fundadores del Partido Socialista del Ecuador.

Hombre de vivas inquietudes humanísticas, se sintió desde joven atraído por la creación poética y mostró gran interés por los conceptos rupturistas y transgresores de la Vanguardia europea. Coetáneo del gran poeta Jorge Carrera Andrade -sin duda alguna, la voz más rotunda y original de la lírica ecuatoriana del siglo XX-, describió, en los comienzos de su carrera literaria, una trayectoria similar a la de éste, aunque bien es verdad que algo más tardía.

Con el poemario Estanque inefable, Carrera Andrade irrumpió en el panorama cultural ecuatoriano en 1922, a la temprana edad de diecinueve años, después de haber fundado ya, con asombrosa precocidad, las revistas Crepúsculo y La Idea, en las que había dado a conocer sus primeros poemas. Por su parte, Manuel Agustín Aguirre, un año menor que el eximio poeta quiteño, no publicó su primer volumen de versos hasta 1931, cuando ya había rebasado con creces su primer cuarto de siglo de existencia. Se trata de un interesante volumen titulado Poemas automáticos (Guayaquil, 1931), que anuncia, ya desde el privilegiado foco de su portada, ese interés de Aguirre por las técnicas y los procedimientos de escritura desarrollados por los autores vanguardistas europeos.

No cabe, pues, hablar de Aguirre como del primer poeta vanguardista ecuatoriano, aunque sí es lícito referirse a él como el autor que, con sus versos primerizos, vino a consolidar esta tendencia abierta, pocos años antes, con obras como La guirnalda del silencio (1926) y Boletines de tierra y mar (1930), del susodicho Carrera Andrade. En las bellas composiciones recogidas en Poemas automáticos, el poeta de Loja recurre a interesantes procedimientos constructivos muy caros a la Vanguardia europea, como la economía lingüística y la brevedad métrica características del haiku japonés, o la predilección por la metáfora audaz y sorprendente, dotada de una poderosa fuerza verbal.

Tras la publicación de esta opera prima, Manuel Agustín Aguirre siguió una evolución pareja a la de muchos otros poetas europeos de su tiempo -entre ellos, casi todos los que conformaron en las Letras españolas la denominada Generación del 27-, y pasó del la transgresión estética y formal propia de la Vanguardia a otro tipo de inconformismo radical: la rebelión de la poesía humanizada, atenta a los movimientos revolucionarios de su tiempo. En este sentido, Aguirre se consolidó también como un magnífico representante de la Vanguardia en el subcontinente americano, ya que, de igual modo que los surrealistas franceses habían asumido, prácticamente en masa, la ideología marxista, el poeta de Loja titulaba elocuentemente su segundo poemario con el reivindicativo epígrafe de Llamada de los proletarios (Guayaquil, 1935). Por lo demás, las imágenes surrealistas que abundan en las composiciones de esta obra testimonian una clara voluntad de Aguirre por llevar, a la literatura ecuatoriana, las inquietudes estéticas e ideológicas de la Vanguardia europea.

A raíz de la publicación de este segundo poemario, Manuel Agustín Aguirre abandonó -tal vez sólo en apariencia- la creación literaria para iniciar una densa y compleja producción ensayística sustentada en sus convicciones marxistas, leninistas y, fundamentalmente, anticapitalistas. Miembro, desde su temprana juventud, del Partido Comunista de Ecuador, pasó luego a fundar el Partido Socialista y a participar, en su seno, en convulsos movimientos sociales que habrían de dejar una huella indeleble en el tejido político, económico y social de su nación. Erigido en cabeza visible de la línea más radical del socialismo ecuatoriano -el Partido Socialista Revolucionario, una fracción extremista que, en materia política, propugnaba reformas tan drásticas que hacían pensar abiertamente en una revolución, mientras que el plano económico abogaba por la abolición tajante del mercantilismo capitalista-, Aguirre ganó también un considerable prestigio intelectual por obras tan hondas y combativas como Lecciones de marxismo (Quito, 1950-1951), Revolución burguesa o revolución proletaria para América Latina y el Ecuador (Quito, 1952), El socialismo científico (Quito, 1973) y El Che Guevara: aspectos políticos y económicos de su pensamiento (1979). Pero su acción política no se redujo a este denso bagaje intelectual, ya que, desde el radicalismo de su Partido Socialista Revolucionario, llegó a plantear como estrategia del proletariado la toma del poder por medio de una drástica insurrección popular.

El resto de su producción ensayística comprende títulos tan relevantes como Literatura hispanoamericana (Quito, 1940), Imperialismo y militarismo en América Latina, Historia del pensamiento económico y Dos sistemas, dos mundos, obra -esta última- en la que el intelectual de Loja denuncia con valentía y firmeza las graves desigualdades sociales existentes en su nación. Particularmente relevante fue, asimismo, su interés por el mundo universitario y los movimientos políticos estudiantiles. Aguirre, responsable, desde sus cargos políticos y administrativos, de la segunda Reforma universitaria implantada en Ecuador -según sus propias palabras, se había propuesto "poner todas las energías para transformar la Universidad en el alma viviente de la historia”-, abordó estos temas en obras como Una nueva carta de la esclavitud universitaria y Universidad y movimientos estudiantiles (1987).

Tras la denominada "Revolución del 28 de Mayo de 1944", Manuel Agustín Aguirre fue elegido diputado por los trabajadores en la Asamblea Nacional. Fue también profesor universitario y miembro de las principales juntas directivas académicas de su país, así como fundador de la publicación socialista La Tierra, en la que vieron la luz muchos de sus artículos teóricos. En cierto modo, su vida y obra encarnan el perfil paradigmático del intelectual hispanoamericano tan hondamente comprometido con las causas del proletariado, que accede a renunciar a sus inquietudes estéticas -léase, en este caso, literarias- para vivir de lleno la paradoja de abanderar los movimientos populares desde la cúspide de la élite intelectual.

Sin embargo, aún cabe reseñar una "secreta" concesión del Aguirre político y ensayista al Aguirre poeta y soñador. En la década de los cuarenta, cuando el ferviente activista de Loja estaba a punto de ser elegido representante de la clase trabajadora en la Asamblea Nacional, vio la luz un tercer poemario suyo, publicado bajo el título de Pies desnudos (1943). Al parecer, Aguirre había desautorizado la edición de estos versos, sorprendentemente encuadrados en el difícil género de la literatura infantil, y marcados por un tono de pesimismo trágico y doliente que, a pesar de la desesperanza, deja siempre un lugar para la ternura.

Bibliografía

  • CARRIÓN, Benjamín. Índice de la poesía ecuatoriana contemporánea (Santiago de Chile: Ed. Ercilla, 1937), págs. 89-92.

  • RODRÍGUEZ CASTELO, Hernán. "Manuel Agustín Aguirre", en Los otros posmodernistas (Guayaquil: Ed. Ariel, s.d.), págs. 191-203.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.