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Afán de Rivera y González de Arévalo, Antonio Joaquín, o "Juan Soldado" (1834-1906).

Poeta, narrador, dramaturgo, periodista, traductor, abogado y libretista de zarzuela español, nacido en Granada el 7 de febrero de 1834 y fallecido en Madrid en 1906. En los medios teatrales de la España de la segunda mitad del siglo XIX fue conocido por su pseudónimo de Juan Soldado, con el que firmó la mayor parte de sus piezas dramáticas. Autor de una extensa producción literaria y periodística que progresa con soltura a través de las modalidades genéricas más variadas, encarnó a la perfección la figura del periodista-escritor tan representativa de su tiempo.

Vida

Nacido en el seno de una de las familias más ilustres y poderosas de la nobleza andaluza -era descendiente directo de Per Afán de Rivera (1338-1428), regidor de Sevilla durante el reinado de Juan I (1358-1390) y, posteriormente, elevado a la dignidad de adelantado mayor de Andalucía por decisión del monarca Enrique III (1379-1406)-, recibió desde niño una esmerada formación que contribuyó decisivamente a afianzar en él su innata vocación literaria y su acusado interés por las disciplinas humanísticas. Ya en su temprana infancia dio muestras de poseer una viva inteligencia natural y una singular capacidad para el estudio, lo que le permitió alzarse con la mayor parte de los premios y honores que, por aquellos años, acostumbraba a otorgarse a los escolares más aventajados. Experto latinista desde su adolescencia, orientó sus afanes humanísticos al campo de las Leyes y, tras cursar estudios superiores de Derecho en la universidad de su ciudad natal, comenzó a ejercer la abogacía a los veintidós años de edad, al tiempo que empezaba a desplegar una intensa actividad literaria y periodística que pronto le condujo hasta los principales rotativos y revistas locales, en los que ganó un merecido prestigio por su fructífera labor periodística. Colaboró asiduamente en algunas de las publicaciones más difundidas de su entorno, como Gente Vieja, El Defensor de Granada y La Alhambra; fue redactor de los diarios El Álbum Granadino y El Dacero; y dirigió con notable éxito entre los lectores la publicación satírica Catalineta.

Su insaciable curiosidad intelectual le impulsó luego a especializarse en los estudios de idiomas, y llegó a dominar a la perfección algunas de las principales lenguas europeas, como el francés, el inglés y el italiano, lo que le permitió ofrecer a los lectores españoles espléndidas versiones en castellano de las algunas de las grandes obras de la literatura universal escritas en dichos idiomas. Simultáneamente, adquirió firmes conocimientos de griego clásico y, alentado por esta facilidad para los estudios lingüísticos, se matriculó de nuevo en la Universidad de Granada para cursar la carrera de Filosofía y Letras. Reputado, en fin, como una de las personas más cultas y preparadas de su tiempo, fue llamado al ejercicio de diversos cargos públicos (como el de regidor del Ayuntamiento de Granada) que no le impidieron protagonizar, dentro del espíritu romántico de su época, abundantes episodios románticos que acrecentaron su celebridad (muchos de los cuales se vieron luego reflejados en sus poemas, narraciones y piezas teatrales). Homenajeado con múltiples honores y condecoraciones tanto por sus servicios públicos como por sus méritos artísticos e intelectuales, fue miembro del Ilustre Colegio de Abogados de Granada, caballero de la Ínclita Orden de San Juan de Jerusalén, secretario de la Sección de Literatura de la Academia de Ciencias del Liceo de su ciudad natal, e individuo de número de la Sociedad Económica de Amigos del país; además, formó parte de la célebre "Cofradía del Avellano" fundada por su paisano Ángel Ganivet (1865-1898), un colectivo de escritores y pensadores que se reunían para conversar junto a la fuente de dicho nombre. Su interés por la cultura, las tradiciones y las formas de vida de los pobladores de su ciudad natal le llevó, al margen de reflejar estas preocupaciones en su extensa obra costumbrista, a fundar en el barrio granadino de El Albaicín la Academia del Carmen de las Tres Estrellas.

Obra

A la temprana edad de diecisiete años, mientras cursaba su formación secundaria, Antonio Joaquín Afán de Rivera se dio a conocer como poeta merced a una notable composición poética descriptiva, de innegable aliento romántico, que fue leída entre grandes aplausos en el Liceo de Granada, y galardonada con una magnífica botonadura de diamantes cedida para tal ocasión por la reina Isabel II (1830-1904). A partir de entonces, su prestigio literario fue describiendo una trayectoria ascendente que el autor granadino se encargó de afianzar con la divulgación de otras muchas composiciones poéticas, generalmente de carácter circunstancial, en las que reflejaba los principales acontecimientos cívicos y culturales de su tiempo y lugar; entre ellas, cabe recordar la oda dedicada "Al Natalicio de Su Alteza el Príncipe de Asturias", la "Poesía a Su Majestad la Reina, con motivo del regalo que hizo a Nuestra Señora de las Angustias de Granada", las dos odas a dedicadas a su Granada natal con motivo de las festividades del Corpus, los cuatro romances que configuran su serie "Granada tradicional" y las numerosas composiciones destinadas a reflejar en verso las fiestas populares de dicha ciudad. Estos y otros poemas de Afán de Rivera quedaron recogidos en dos volúmenes recopliatorios de sus versos: el primero, compuesto por sus composiciones juveniles, vio la luz a mediados del siglo XIX bajo el título de Momentos de ocio (1854); el segundo, configurado por su poesía de madurez, salió de los tórculos un año antes de su muerte, bajo el epígrafe de Algarabía (1905).

En lo que a su obra en prosa se refiere, cabe empezar por destacar su fecunda labor de traductor, plasmada en las versiones en castellano de algunas narraciones extranjeras como El amor que viene y el amor que va y La desposada de Madrid. Fueron también muy celebradas por los lectores de su tiempo sus novelas originales tituladas Una rosa y un clavel (1885), Un tiempo del verbo amar (1885) y Por un cabello (1885), insertas en la más pura tradición del folletín romántico, y alcanzó asimismo notable éxito su relato breve "El collado del Burro", difundido también a través de las páginas de una publicación periódica. Conviene recordar, por último, entre los textos en prosa de Antonio Joaquín Afán de Rivera, su excelente Biografía de Doña Isabel la Católica, así como sus valiosas recopilaciones de crónicas y leyendas granadinas, impresas en los volúmenes titulados Las noches del Albaicín (1885), Cosas de Granada (1889) y Del Veleta a Sierra Elvira (1889).

Pero fue en su condición de autor teatral donde el escritor granadino se codeó con las grandes figuras del Parnaso español decimonónico, merced a algunas piezas dramáticas tan apreciadas por la crítica y el público de su tiempo como la comedia costumbrista El laberinto (Málaga, 1854), compuesta de tres actos y estrenada con gran éxito en el Teatro de Granada. De aquel mismo año -en el que Afán de Rivera sólo contaba veinte de edad- son otras piezas teatrales suyas tan célebres como el drama en tres actos titulado La Estrella de la esperanza (1854) y las comedias en un acto Glorias de Granada (1854), Corte y cortijo (1854) y Antiguos y Modernos (1854). Posteriormente, renovó su prestigio como dramaturgo con otras obras tan aplaudidas como La Noche-Buena (1856), Tres damas para un galán (1858) -una comedia en tres actos inspirada en sus notorios lances amorosos-, El liceo en escena (1876), El bufón de don Juan II, El alcalde de Vinagre, Mística de la moda, Virtud al uso, El nuevo Fígaro y -entre otras muchas piezas teatrales- Aurora.

Como la mayor parte de los dramaturgos de su época, Antonio Joaquín Afán de Rivera y González de Arévalo no pudo sustraerse al género teatral más popular de la segunda mitad del XIX: la zarzuela. Entre sus libretos más celebrados, cabe citar el de la pieza musical en dos actos La pensionista (1854), enriquecida con la partitura del maestro Luján, así como la letra de la popular zarzuela en tres actos Farinelli (1855), acompañada por la música del maestro Mariano Vázquez.

Autor

  • J.R. Fernández de Cano