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HistoriaBiografía

Acuña, Hernando de (ca. 1456-1495).

Aristócrata, militar y poeta español, nacido hacia 1456 y muerto en 1495. No debe confundirse con el homónimo compositor de sonetos, amigo de Garcilaso de la Vega y soldado del emperador Carlos V, que es de una generación posterior y descendiente de otra rama del linaje Acuña. Este caballero Hernando de Acuña fue capitán de la guardia de palacio de los Reyes Católicos, y desde este primer contacto con el entorno cortesano, se convirtió en uno de los más destacados colaboradores de Isabel y Fernando en el último tercio del siglo XV, hasta el punto de ser nombrado virrey de Sicilia entre 1488 y 1495.

Hernando de Acuña fue uno de los hijos del primer conde de Buendía, Pedro de Acuña, y de su mujer, la condesa Inés de Herrera. Debido al parentesco que unía a los Acuña con el poderoso arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo (hermano del conde de Buendía), tanto el conde como sus cuatro hijos se vieron envueltos en los acontecimientos bélicos de los reinados de Enrique IV y los Reyes Católicos. El primogénito del conde de Buendía, Lope Vázquez de Acuña, fue, además, Adelantado de Cazorla entre 1467 y 1486, mientras que otro hermano, Luis de Acuña, era capitán de las tropas de la Hermandad de Palencia en el año 1477. Por lo que respecta a Hernando, con ocasión de una algarada de tropas granadinas por las tierras de Quesada, acontecida en diciembre de 1468, Hernando de Acuña tuvo su bautismo en la lucha militar, como recoge el cronista Alonso de Palencia (op. cit., I, p. 272), que describe al caballero de la siguiente forma:

Tierno mancebo a la sazón que, contra la voluntad de su hermano [i.e., el Adelantado], vestía la armadura y empuñaba la lanza para combatir aquel día por vez primera, se dice que guardó perfecta castidad hasta su edad viril, y que supo mantenerse libre de toda nota, siendo considerado en todo como merecedor de gran alabanza.

Tras esta primera aparición en acontecimientos bélicos del joven Hernando, tanto él como su familia se vieron inmersos en disputas internas con ocasión de la política filolusa del prelado toledano, contraria al parecer del conde de Buendía, que prefirió ser leal a los Reyes Católicos; de nuevo Alonso de Palencia describe cómo el propio conde, acompañado de sus hijos, intentó infructuosamente convencer a Carrillo de que se uniese a la causa de Isabel y detuviese el ejército señorial bajo su mando que, en agosto de 1475, se aprestaba a sitiar Arévalo, feudo favorable a los Reyes Católicos.

Pero Hernando de Acuña permaneció más bien ajeno a este tipo de negociaciones: su ámbito preferente de acción siempre estuvo situado en el campo de batalla. Así, durante el mes de febrero de 1476, el valeroso caballero, junto a otro capitán, Álvaro de Mendoza (hijo del duque del Infantado), comandó las tropas castellanas que libraron un encarnizado combate contra los ejércitos portugueses situados en las cercanías de Toro. A pesar de que hicieron prisioneros a importantes caballeros lusos (entre ellos, el conde de Penamacor, Lope de Alburquerque, y su hermano, Rodrigo Pereira), la contienda no finalizó con buenos resultados, ya que ambos caballeros castellanos fueron heridos de gravedad, como relata el cronista Palencia (op. cit., II, p. 266):

[Hernando de Acuña] iba quedando exánime por la pérdida de sangre de las seis heridas recibidas, y parecía a sus compañeros aún más grave la de Álvaro de Mendoza [...]; dedicáronse a cuidar a sus heridos, y regresaron a Zamora.

A partir de este momento, Hernando de Acuña se convirtió en uno de los más firmes capitanes de las tropas de los Reyes Católicos, su nombre es frecuentemente mencionado en las crónicas al frente de contingentes militares. De igual modo, Isabel y Fernando no desaprovecharon el parentesco que le unía con el arzobispo de Toledo, tío de nuestro caballero, para intentar poner fin a las discordias que enfrentaban al irascible prelado y a la reina Isabel. Así, el 22 de noviembre de 1476, Hernando de Acuña recibió en Zaragoza instrucciones del rey Fernando para que regresase a Castilla y buscara un posible entendimiento con el primado toledano; es de suponer que el caballero cumpliera su cometido, pero es más previsible aún la negativa de su tío a congraciarse con los Reyes Católicos.

Dos años más tarde, en diciembre de 1478, Hernando de Acuña fue elegido por los Reyes Católicos para mediar en las luchas acontecidas entre Pedro Manrique, conde de Treviño, y García de Ayala, mariscal de Castilla, a propósito del pleito sobre posesión y jurisdicción de la villa de Orduña. La resolución fue la habitualmente seguida por los Reyes Católicos: la puesta de la ciudad en tercería a favor de un caballero, en este caso Hernando de Acuña, mientras que los Manrique y los Ayala presentaban las alegaciones oportunas y dirimían el problema mediante los mecanismos legales. A raíz de este tipo de intervención, puede pensarse que en 1478 Hernando de Acuña era de la total confianza de los Reyes Católicos, que solían elegir con mucha precaución a quién concedían una ciudad, un territorio o una fortaleza en tercería.

Algún tiempo más tarde, en abril de 1481, Hernando de Acuña fue enviado por los Reyes Católicos a Galicia con el objeto de poner orden en un territorio asolado por las malfetrías feudales. El cronista Palencia, ante el nombramiento de nuestro poeta como gobernador de Galicia, continúa con sus alabanzas, diciendo de él que "quebrantaba la cerviz de los soberbios y castigaba a los culpados". Los acontecimientos derivados de la belicosa ocupación de Ponferrada por parte del conde de Lemos, Rodrigo Osorio, y también por la posesión de Astorga iniciada en 1483 por el conde de Benavente, Rodrigo de Pimentel, fueron las piedras de toque en las que Hernando de Acuña mostró su destreza en los asuntos políticos de la época. Tras la tregua firmada en 1486 entre los nobles implicados por la posesión de Astorga, Hernando de Acuña tomó parte en las campañas de Granada, concretamente en las campañas sobre la tierra malagueña acontecidas en 1487, junto a la mayoría de nobleza castellana, aragonesa y valenciana que respondió al llamamiento de los Reyes.

El espaldarazo definitivo de Hernando de Acuña, en el plano militar y político, tuvo lugar en 1488, cuando Fernando de Aragón le nombró virrey de Sicilia, en sustitución de Gaspar de Espés, antiguo mayordomo del Rey Católico, tal como relata Zurita (op. cit., XX, cap. 79):

estando en la ciudad de Murcia [i.e., Fernando el Católico] envió por visorrey de Sicilia a don Hernando de Acuña que fue hijo de don Pedro de Acuña primer conde de Buendía, de quien tenía grande experiencia que era muy buen gobernador.

A partir de este momento, Hernando de Acuña pasó a residir en Sicilia, donde desempeñó un papel fundamental en la defensa de las costas italianas contra el poderío naval turco; así, en el año 1492, fue el encargado de aprovisionar y armar a las tropas sicilianas que embarcarían al mando del infante Fadrique de Aragón para frenar una supuesta invasión del sultán Bayaceto. Dos años más tarde, en 1494, con ocasión de la pugna iniciada entre René de Anjou y Fernando el Católico por la corona siciliana, Hernando de Acuña también sirvió a los intereses de su monarca, al reforzar todos los puertos de Sicilia y Calabria, así como en la preparación del recibimiento de las tropas que Fernando enviaba a Sicilia como refuerzo al mando del conde de Palamós, Galcerán de Requesens.

Estas actuaciones fueron los últimos servicios que el formidable caballero castellano prestó a los Reyes Católicos: de manera indirecta, se sabe que falleció antes del cinco de febrero de 1495, fecha en la que Juan de Lanuza, antiguo Justicia de Aragón, le sustituyó en el cargo de virrey de Sicilia; Zurita hace mención expresa a tal relevo "por muerte de don Hernando de Acuña". Años más tarde, Fernández de Oviedo (op. cit., p. 294), prorrumpiría en extraordinarias loas al recordar la figura del virrey:

¡Qué valeroso señor fue don Fernando de Acuña, Visorrey de Siçilia, del qual yo oý tantos loores en aquella ysla, quanto nunca pensé oyr de gran señor alguno!

Como era costumbre en la época, Hernando de Acuña no sólo lució su destreza en campos tan afines como la guerra y la política, sino que también lo hizo en veladas cortesanas y en festejos palaciegos. Algunas invenciones suyas fueron editadas por Hernando del Castillo en la primera edición del Cancionero general (Valencia, 1511), lo que introduce de lleno a Hernando de Acuña en el universo de la poesía cancioneril castellana.

Bibliografía

  • ALONSO CAMPOS, J. I. & CALDERÓN ORTEGA, J. M. "Los Acuña: la expansión de un linaje de origen portugués en tierras de Castilla". (Actas das II jornadas luso-espanholas de História Medieval, Porto, 1989, III, pp. 851-860).

  • FERNÁNDEZ DE OVIEDO, G. Batallas y Quinquagenas. (Ed. J. B. de Avalle-Arce, Salamanca, 1989).

  • LÓPEZ DE HARO, A. Nobiliario genealógico de los Reyes y Títulos de Castilla. (Madrid, 1622).

  • PALENCIA, A. DE. Crónica de Enrique IV. (Madrid, 1976-1977, 3 vols.)

  • ZURITA, G. DE. Anales del Reino de Aragón. (Ed. A. Cañellas, Zaragoza, 1968).

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez