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Acosta Saignes, Miguel (1908-1989).

Ensayista, antropólogo, historiador, periodista, político y educador venezolano, nacido en San Casimiro (en el estado de Aragua) el 8 de noviembre de 1908, y fallecido en Caracas el 10 de febrero de 1989. Humanista fecundo y polifacético, está considerado como una de las figuras más relevantes de la intelectualidad venezolana del siglo XX.

Nacido en el seno de la familia que habían formado don Miguel Acosta Delgado y doña Adela Saignes, recibió desde niño una esmerada formación académica que le permitió obtener el grado de Bachiller en 1927. Ya afincado en Caracas, en el transcurso de aquel mismo año se matriculó en la Universidad Central de Venezuela para cursar la carrera de Medicina; pero enseguida tuvo que abandonar estos estudios superiores por causas políticas.

En efecto, tan pronto como hubo entrado en las aulas de la Facultad de Medicina, el joven Miguel Acosta se significó por su enconado rechazo al régimen dictatorial del Presidente Juan, y encabezó todas las manifestaciones estudiantiles convocadas para protestar contra su política. Pronto fue detenido junto con varios compañeros que militaban en la misma causa, y puesto bajo arresto en los calabozos de La Rotunda; poco después, fue conducido al penal de Las Colonias (la actual ciudad de Araira, perteneciente al estado de Miranda), del que pasó, en un posterior traslado, al tristemente célebre castillo de Puerto Cabello, donde compartió celda con otro destacado intelectual de su tiempo, el poeta vanguardista José Pío Tamayo. Durante aquel penoso período de privación de libertad -cuya dureza y crueldad agravó la dolencia que habría de acabar con la vida del susodicho Tamayo-, Miguel Acosta tuvo que realizar trabajos forzados.

Puesto en libertad a finales de 1929, se reincorporó de inmediato a la resistencia clandestina contra Juan Vicente Gómez, ahora en calidad en miembro de la junta directiva de la dinámica y bulliciosa Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV). Junto a otros jóvenes llamados a convertirse, en un futuro inmediato, en figuras egregias de la cultura venezolana del siglo XX -como Rodolfo Quintero-, Miguel Acosta participó activamente en la toma de la Universidad que tuvo lugar el día 17 de diciembre de 1930, acto con el que los estudiantes contrarios al régimen gomecista trataron de impedir que el general Gómez presidiera, en el recinto universitario, los actos conmemorativos del primer centenario de la muerte de Simón Bolívar.

Durante el primer lustro de la década de los treinta, Miguel Acosta Saignes empezó a consolidar su vida laboral, sin dejar por ello de militar en los movimientos cívicos más combativos contra la política de Juan Vicente Gómez. Así, aceptó un puesto de profesor de Matemáticas y Preceptiva en el Instituto San Pablo (1930-1931), con lo que dio inicio a un fecunda trayectoria docente que, a lo largo de su vida, habría verse jalonada por otros muchos hitos: profesor de Matemáticas y Psicología en el Colegio Católico Venezolano (1933-1936); de Geografía en el Liceo Caracas (1947); de Antropología en el Instituto Pedagógico de Caracas (1947); de Culturas Prehispánicas de América, Antropología y Etnografía Antigua de Venezuela en la Universidad Central de Venezuela (1947); etc.

Al tiempo que se adentraba en la docencia, Acosta Saignes debutaba también, a comienzos de los años treinta, en la prensa escrita, en calidad de colaborador de El Heraldo, Ahora, La Voz del Estudiante, Últimas Noticias, El Nacional, etc. Por aquel tiempo, fue director de El Popular, órgano portavoz del Partido Republicano Progresista, del que el propio Acosta fue fundador y presidente; y fundó también La Gaceta de América (1935) -en compañía de Inocente Palacios-, y La Victoria (1936) -en colaboración con Juan Morales Lara y Alejandro Alfonso Larráin.

Trabajador infatigable, compaginaba su dedicación a la docencia y su tenaz labor en los medios de comunicación con su vocacional entrega a la política, unas veces en la clandestinidad y, en otros casos, atreviéndose a salir a la palestra de la vida pública, sin temor a las represalias que ya le habían obligado a conocer, in situ, el rigor extremo de los presidios de su nación. Siempre ligado a la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV) -de la que fue delegado en el Primer Congreso Antiimperialista de Estudiantes de América Latina, celebrado en México en 1935-, se dedicó a organizar gremios estudiantiles y asociaciones sindicales por todo el territorio nacional, y participó de lleno -como ya se ha indicado más arriba- en la fundación del Partido Republicano Progresista (PRP), a cuya forja también contribuyeron otros destacados protagonistas de la vida política, social y cultural venezolana de los años treinta, como Ernesto Silva Tellería, Carlos Irazábal y el gran escritor, político y periodista Miguel Otero Silva.

Esta incesante actividad política le situó en la primera plana de la vida pública de Venezuela, cada vez más alejado del sigilo y la discreción de su anterior militancia en movimientos clandestinos. Así, en 1935 Acosta Saignes fue uno de los firmantes del "Llamamiento por la Unidad Popular para la Defensa de la Democracia"; y, poco después, en su condición de Presidente de la Asociación de Escritores de Venezuela, rubricó la protesta que este colectivo emitió contra la supresión de los derechos y las garantías constitucionales. No es de extrañar, por ende, que tras la caída de Juan Vicente Gómez y la llegada al poder de un nuevo gobernante autoritario -el general Eleazar López Contreras, quien, a pesar de haber restaurado las libertades políticas constreñidas por Gómez, acabó consintiendo el fraude electoral y la corrupción generalizada dentro de la Administración-, Miguel Acosta Saignes fuera considerado un elemento subversivo por el Gobierno entrante, que decretó su expulsión del país en febrero de 1937.

Tras permanecer varios meses en la clandestinidad, finalmente se vio obligado a abandonar Venezuela en diciembre de aquel mismo año. Exiliado en México, Acosta Saignes experimentó, al saberse alejado de su patria, un enfriamiento en su ardor político y, al mismo tiempo, un pujante renacer de sus anhelos e inquietudes intelectuales. Pronto empezó a colaborar frecuentemente en la prensa mexicana, pero publicando artículos más centrados en la realidad social y cultural de Hispanoamérica que en la intensa y combativa actividad política que había venido desempeñando hasta entonces. Decidió, además, ampliar su formación académica en la prestigiosa Universidad Nacional Autónoma de México, donde, tras cursar tres años de estudios de Economía, advirtió que su auténtica vocación intelectual se inclinaba más hacia la Historia y, sobre todo, la Etnología -disciplina en la que habría de acabar obteniendo el grado de doctor, por medio de una tesis titulada El comercio de los aztecas.

Inmerso en este febril quehacer intelectual, Miguel Acosta Saignes publicó en México sus primeros ensayos, todos ellos basados en las profundas investigaciones que había comenzado a realizar acerca de la realidad económica, social y cultural de América Latina (y, en particular, de su Venezuela natal). Se trata de libros como Latifundio: el problema agrario de Venezuela (México, 1938), Petróleo en México y Venezuela (México, 1941) y Los caribes de la costa venezolana (México, 1946).

En 1946, un año después de haberse doctorado cum laude en Etnología, Miguel Acosta Saignes regresó a Venezuela y volvió a afincarse en Caracas, donde tuvo ocasión de reanudar su trayectoria docente en calidad de Profesor Titular de la recién creada Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela. Allí, por petición expresa del escritor Mariano Picón Salas -decano fundador de dicha facultad-, el humanista de San Casimiro puso en marcha, en 1947, el Departamento de Antropología; y también participó de forma decisiva en la creación de la Sección de Historia de las facultades de Periodismo y Filosofía y Letras.

Nuevamente integrado en los principales foros literarios y académicos de su país, Acosta Saignes protagonizó otras muchas iniciativas que le convirtieron en uno de los principales promotores culturales venezolanos de todos los tiempos. Así, entre otros méritos cabe anotarle la fundación de la Comisión Nacional Indigenista (1948) y -en colaboración con Ángel Rosenblat y Rafael Olivares Figueroa- de la revista Archivos Venezolanos de Folklore (1949), aportaciones que vinieron a sumarse a los diarios, revistas, partidos, asociaciones e instituciones docentes que ya había creado o fundado antes y después de su exilio en México.

Durante la década de los cincuenta, ya consagrado como una de las figuras precipuas de la intelectualidad hispanoamericana del momento, Acosta Saignes vivió un feraz período de producción ensayística, plasmado en títulos tan notables como Estudios de etnología antigua de Venezuela (Caracas, 1954), Cerámica de la luna en los Andes venezolanos (Caracas, 1957) e Historia de los portugueses en Venezuela (Caracas, 1959). Por asombroso que pueda parecer, este dedicación a la investigación y la escritura -que, para mayor desconcierto de propios y extraños, era capaz de compaginar con sus obligaciones docentes y sus labores de gestor y promotor de diferentes organismos e instituciones- no le quitaba tiempo para continuar ampliando su formación académica; y así, sin dejar nunca de ser un eterno estudiante, en 1961 añadió a su título oficial de doctor en Etnografía una licenciatura en Geografía, y sólo un año después alcanzó el grado de doctor en Antropología.

No por ello dejaba de dar a la imprenta nuevos estudios y ensayos que venían a confirmar, en la práctica, el auténtico alcance de ese crédito intelectual que pregonaban sus titulaciones. Y así, tras publicar, el mismo año en que se doctoró por segunda vez, sus famosos Estudios de folklore venezolano (Caracas, 1962), se enfrascó en un nuevo y ambicioso proyecto que, al cabo de cinco años, habría de dar por fruto una de sus obras maestras: Vida de los esclavos negros en Venezuela (Caracas, 1967). Entre la publicación de ambos títulos, el doctor Acosta Saignes asumió otras funciones directivas tan relevantes como la de decano de la Facultad de Humanidades, cargo que desempeñó en dos períodos distintos (1965-1968 y 1968-1971).

Trabajador infatigable, en los años setenta el humanista de San Casimiro volvió a publicar una obra maestra, Bolívar: acción y utopía del hombre de las dificultades (Caracas, 1977), a la que siguió un afortunado ensayo que le reveló como un escritor especialmente capacitado para la prosa artístico-literaria: La edad cualitativa (Caracas, 1978). Ya septuagenario, publicó otro notable ensayo de índole pareja, titulado Tiempo secreto de Sonia Sanoja (Caracas, 1981).

Poco antes de su muerte -sobrevenida en Caracas a comienzos de 1989-, Miguel Acosta Saignes fue objeto de numerosos homenajes que le rindieron las instituciones culturales y académicas más importantes de su nación. Entre ellos, cabe destacar los tributados por la Academia Nacional de la Historia (1986) y la Universidad Central de Venezuela.

Obra

Uno de los rasgos más representativos de la labor intelectual de Acosta Saignes es la multidisciplinariedad, plasmada no sólo en la gran variedad de enfoques con que abordaba los temas principales de su obra, sino también en su continua asimilación de los contenidos de innumerables materias (etnografía, geografía, historia, antropología, sociología, periodismo, literatura, pedagogía, folklore, etc.). Esta notabilísima amplitud de miras -que le permitió, entre otros logros, producir una obra de innegable rigor científico, sin incurrir por ello en la frialdad pedante o distanciada del academicismo oficial- queda patente en la riqueza y variedad de su bibliografía, en la que cabe distinguir cinco títulos fundamentales: Latifundio: el problema agrario de Venezuela (México: Ed. Popular, 1938), Estudios de etnología antigua de Venezuela (Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1954), Estudios de folklore venezolano (Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1962), Vida de los esclavos negros en Venezuela (Caracas: Ed. Hespérides, 1967) y Bolívar: acción y utopía del hombre de las dificultades (La Habana: Casa de las Américas, 1977).

Con la primera de ellas, Latifundio... (1938), Miguel Acosta se reveló, a sus treinta años de edad, como una de las cabezas pensantes más lúcidas y, a la vez, audaces del panorama intelectual venezolano del siglo XX. Dispuesto a abordar -por vez primera en la historia cultural de su pueblo- el complicado problema agrario venezolano, se adentró en el análisis histórico de numerosos aspectos específicos de la vida rural su nación, pero también en otras circunstancias de aplicación válida en cualquier parte del mundo (v. gr., el efecto negativo del imperialismo en las sociedades agrícolas).

En Estudios de etnología antigua de Venezuela (1954), Miguel Acosta ofreció una detallada descripción de las formas de vida de los pueblos indígenas durante el período colonial; y en su tercera gran obra, Estudios de folklore venezolano (1962) analizó las creaciones culturales específicas de su nación, con especial atención al arte genuino de los grupos sociales y étnicos que fueron víctimas de la explotación colonial.

En esta línea de trabajo -la que aborda las condiciones de vida de los explotados y desfavorecidos- cabe ubicar su cuarta obra maestras, Vida de los esclavos negros... (1967), donde Acosta Saignes puso especial énfasis en la paradoja de que toda la economía de una sociedad expoliadora se sostuviese únicamente en el pilar de la esclavitud, habida cuenta de que los esclavos negros eran la principal -y casi única- fuerza productora. Finalmente, en su elaborado acercamiento a la figura del Libertador -Bolívar... (1977)-, el humanista de San Casimiro subrayó la importancia de Simón Bolívar en la historia de Venezuela como hombre surgido de una realidad concreta: el pueblo venezolano.

Al margen de estas cinco obras capitales en la historia de la cultura y el pensamiento venezolanos del siglo XX, Miguel Acosta Saignes dio a la imprenta otros títulos tan notables como Vida y milagros del Royal Criollos (Caracas, 1933), Petróleo en México y Venezuela (México, 1941), Los caribes de la costa venezolana (México, 1946), El área cultural prehispánica de Los Andes venezolanos (Caracas, 1952), Alejandro de Humboldt, 1769-1859 (Caracas, 1955), Etnohistoria de Venezuela: época prehispánica (Caracas, 1968), El comercio en el México prehispánico (México, 1975), Historia de los portugueses en Venezuela (Caracas, 1977) y La cerámica de la luna y otros estudios folklóricos (Caracas, 1990 [ed. póstuma]).

Bibliografía

  • LE RIVEREND, Julio. "Miguel Acosta Saignes: ejemplo", en rev. Casa de las Américas, XXX, nº 175. La Habana, 1989, pp. 133-136.

  • RODULFO CORTÉS, Santos. Miguel Acosta Saignes. Caracas: Universidad Central de Venezuela, Facultad de Humanidades y Educación, 1970.

  • ROJAS, Reinaldo C y ABRAHAM TORO, R. Miguel Acosta Saignes. Recopilación bibliográfica y hemerográfica. Valencia: Vadell Hermanos, 1984.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.